Historias para armar la Historia
Por Ramsés Ancira
Segunda y última parte
Desde 1910 tras el intento de Francisco Indalecio Madero para terminar por la vía democrática con la dictadura fáctica de Porfirio Díaz, los fraudes electorales han sido una constante en México.
La mayor parte de ellos han sido orquestados por el Partido Revolucionario Institucional y su antecesor, el Partido Nacional Revolucionario. La transición de los gobiernos militares a los civiles se logró en México al terminar la II Guerra Mundial con Miguel Alemán. En su libro “La Región más transparente del Aire”, Carlos Fuentes nos explica en parte como fue esto posible: dándole a los militares de mayor jerarquía, contratos para grandes obras públicas.
Décadas antes el general Álvaro Obregón, quien se comprometió a ser el mejor presidente, pues perdió un brazo en la batalla de Celaya, declaró que sería el mejor mandatario porque como sólo tenía una sola mano, robaría la mitad. Obregón también pasó a la historia por haber dado la receta para evitar los golpes militares, cuando dijo que nadie aguantaba un cañonazo de 50 mil pesos.
Aun así, nadie puede negar que el mejor y más trascendente presidente que ha tenido México fue un militar, el general Lázaro Cárdenas del Rio, fundador del Instituto Politécnico Nacional, de la Ley de Sociedades Cooperativas y de la televisión pública en México, sin contar con la expropiación petrolera. Luego de terminar su mandato, Cárdenas protegió hasta donde pudo a los perseguidos por Díaz Ordaz y Luis Echeverría, por el movimiento estudiantil del 68, e incluso al maestro Genaro Vázquez Rojas.
El crimen también ha sido parte de los procedimientos para alterar elecciones. Habría que remontarnos por lo menos hasta el año de 1831 cuando el afro mexicano Vicente Guerrero fue asesinado por oponerse a los conservadores, quienes pagaron 50 mil pesos para que lo invitaran a almorzar a un barco, donde lo secuestraron, entregaron y lo fusilaron. Este crimen resulta de tal trascendencia histórica y política que alguna vez tendremos que narrarlo con mayor detalle.
A los conservadores no les gustó que, durante su corto periodo presidencial de ocho meses, Vicente Guerrero, haya impulsado la educación pública y la repartición de tierras cultivables. El gran apoyo popular que tenía, hizo temer a sus opositores que pudiera volver a la presidencia. Por lo menos su asesinato fue investigado y se llevó a juicio a Lucas Alamán, aunque al final resultó absuelto.
Investigación que no se hizo seriamente en asesinato de Luis Donaldo Colosio cometido en 1992, perpetrado por un sector del PRI, en combinación con el crimen organizado.
Otro ejemplo de cómo se han maquinado fraudes electorales nos remite al año de 1986. La agencia de noticias Informex había sido adquirida por la Secretaría de Gobernación, que entonces encabezaba Manuel Bartlett. Los reporteros éramos asignados a cubrir campañas electorales y a mí me tocó acudir a Mazatlán, donde se disputaba la presidencia municipal.
En una de mis crónicas para la agencia narraba que el candidato de oposición Humberto Rice, abanderado del Partido Acción Nacional, llevaba una escolta de varios vehículos con los que se comunicaba periódicamente a través de radios. Hice un sondeo en el que 29 de cada 30 mazatlecos a los que les preguntaba por quién votarían me respondían que por el candidato de oposición.
Días después, la Comitiva de Humberto Rice fue interceptada y despojada de sus equipos de comunicación con el argumento de que eran radios para uso exclusivo del Ejército. Había escuchado de armas exclusivas, pero no de equipo de radiocomunicación exclusiva del Ejército.
El día de las elecciones y como ya era tradicional, explotaron transformadores de la Comisión Federal de Electricidad, justo a la hora que cerraban las primeras casillas. Esto provocó que el conteo de votos fuera interrumpido en casi toda la ciudad. Sin embargo, la oscuridad también que entrara sin que nadie se diera cuenta a un comité distrital electoral del PRI.
Tenía 26 años y la audacia de los reporteros jóvenes. Escuché la conversación de dos operadores electorales que se encontraban dentro de las oficinas.
— ¿Y cómo nos fue en las casillas del Mercado Pino Suárez? –le preguntaba uno al otro, “perdimos”, – respondía-
— ¿Y en la Plaza de la República?, también. Y así citó las casillas ubicadas cerca de la catedral y cuatro o cinco lugares más, en todos los cuales había perdido el PRI. Al final escuché “No, ahí si ganamos”, dijo sin entusiasmo pues era una casilla entre docenas.
Al día siguiente se dieron a conocer los resultados oficiales: la alianza del PRI con el Partido Mexicano Socialista ganó los 18 ayuntamientos, la oposición, ninguno.
En 1991, como reportero del noticiario Enfoque, transmitido por Estéreo 100, José Cárdenas me comisionó para cubrir el oriente de la Ciudad de México. Así llegué hasta Chimalhuacán. Me detuve ante un grupo de personas que llevaba como distintivo una pequeña calcomanía perforada el centro. Representaban al Frente Democrático Nacional. Denunciaron que desde las ocho de la mañana unos cinco camiones recorrían el Municipio en una operación de las llamadas “Carrusel”, votando una y otra vez.
Me pidieron acompañarlos para que yo mismo pudiera atestiguar su dicho. En efecto, de cada camión descendían unas 20 personas de entre 14 y 60 años de edad. La mayoría mujeres, cada una de ellas llevaba unas 40 credenciales de elector.
En un llano había dos casillas electorales descubiertas, en una había dos personas ejerciendo su derecho al voto; en la otra se formaban grupos de 50 a 60 individuos que descendían de los camiones.
Con el micrófono de mi grabadora profesional Marantz en una mano y un enorme teléfono celular de Iusacel en la otra, que fueron los primeros que se distribuyeron en México, me acerqué al grupo y los cuestioné.
“¡Ya dijo nuestro presidente Carlos Salinas de Gortari, que podemos votar por quien nos de nuestra chingada gana!”, me gritó una de las líderes del redil, una mujer como de 30 años. — Pero solo una vez”, le repliqué con firmeza creyendo que la gente del Frente Democrático me defendería en caso dado. Las mujeres, que eran las más agresivas, estuvieron a punto de lincharme, pero las disuadí con el argumento de que estaba transmitiendo en vivo y que si querían expresar algo tenía el micrófono abierto. Solo entonces se alejaron.
Después, cuando ya estaba a suficiente distancia de la turba, un señor como de 50 años, visiblemente apenado se me acercó para explicarme que iban amenazados por una señora apodada “La Loba”.
Que era la única manera de que les regularizaran sus viviendas y los dotaran de agua potable.
Orgulloso de que ya tenía “la nota” dejé de perseguir los camiones. La información se transmitió cada hora por Estéreo 100. La Secretaría de Gobernación, encabezada por Fernando Gutiérrez Barrios, llamaba cada 15 minutos para pedir que dejaran de transmitir la información y afirmaban categóricos que “En México no existían los fraudes electorales”. José Cárdenas se encerró en la cabina de transmisión y cada hora repetía mi reporte que incluía los gritos y amenazas de la manada de la loba. Al director y conductor del noticiero trató luego de disuadirlo el dueño de la emisora Edilberto Huesca, quien le dijo que con eso era suficiente, que ya no repitiera mi reporte. tampoco lo convenció.
Tras escuchar mi historia la reportera de El Financiero, Julieta Medina hizo lo mismo, empezó a perseguir el “Carrusel”. Ella no tenía la suerte de transmitir en vivo, la jalaron de los cabellos, la patearon, rasguñaron, y después de tirarla al piso le hicieron trizas la libreta donde había anotado las placas de los camiones.
Al día siguiente el representante del PRI, Juan Maldonado Pereda se presentó sin invitación a la cabina donde se transmitía en vivo en vivo el noticiero. El partido, argumentó, había alquilado los camiones porque era muy difícil para los electores encontrar transporte en Chimalhuacán y a la reportera no la habían golpeado, según él la gente había reaccionado simplemente con el coraje de un niño al que le arrebatan un dulce.
Bueno, ¿por quién voto? Deben preguntarse este domingo 6 de junio millones de mexicanos. Por quien usted quiera. Pero recuerde que el poder absoluto enloquece absolutamente. No juzgue a los candidatos por el partido que representan, en cualquiera puede haber un pederasta, un sociópata o una persona acostumbrada a recibir comisiones por ordenar compras y obras públicas. Eso sí, reflexione su voto y piense que hay partidos que aún no han cumplido con nuestras expectativas de justicia y progreso, pero hay otros que causaron daños irrecuperables a muchas generaciones de mexicanos.
Bitácora Suplementaria de emergencia
La compañera periodista María Luisa Estrada de La Grillotina Política (@LaGrillo90) nos confirmó en la conferencia matutina del 2 de junio algo que ya nos habían denunciado: en la Secretaría de Gobernación están infiltradas en puestos clave al menos dos personas del viejo régimen Paulina Téllez Martínez (presuntamente ligada a Genaro García Luna) y el responsable del mecanismo de protección para personas defensoras de derechos humanos, quien casualmente ha retirado la escolta a periodistas el mismo día en que fueron asesinados. El presidente López Obrador le ha pedido al Subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración, Alejandro Encinas Rodríguez que se haga cargo.
Nos sumamos a la exigencia de que estos “funcionarios” sean investigados y pedimos respetuosamente a la Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, un informe público y extenso del porque tiene a estas personas en su equipo de trabajo; la primera, Paulina, en un cargo tan delicado como el apoyo al sistema de justicia, que es precisamente el despacho encargado de atender las quejas de los ciudadanos. Aplaudimos el valor de la colega María Luisa Estrada y valoramos a los compañeros periodistas que cedieron el tiempo de sus preguntas para que esta denuncia fuera formulada en la conferencia presidencial.