A partir del 1 de octubre, Claudia Sheinbaum asumirá la presidencia de México, marcando un hito histórico al convertirse en la primera mujer en comandar las fuerzas armadas del país.
Las fuerzas armadas mexicanas han adquirido una relevancia sin precedentes en los últimos años, en parte debido a las políticas del presidente saliente, Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
Bajo su administración, los militares no solo han recibido un aumento significativo en su presupuesto, sino que también han sido encargados de una variedad de tareas civiles, desde la gestión de aduanas y aeropuertos hasta la construcción de proyectos emblemáticos como el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México y el Tren Maya.
Este rol expansivo de las fuerzas armadas ha suscitado preocupación entre diversos sectores de la sociedad, que argumentan que esta militarización de funciones civiles contraviene la Constitución y opera en un ambiente de opacidad.
Activistas y organizaciones humanitarias han insistido en que Sheinbaum debe revertir esta tendencia y devolver a los militares a los cuarteles, permitiendo que las policías federales, estatales y municipales retomen el control de la seguridad pública.
Sin embargo, hasta el momento, Sheinbaum no ha indicado que planee realizar cambios significativos en la política de seguridad heredada de López Obrador. La futura presidenta ha expresado su apoyo a una controvertida reforma constitucional que permitiría a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) asumir el control de la Guardia Nacional, una fuerza inicialmente de carácter civil.
Este traspaso, declarado inconstitucional por la Suprema Corte de Justicia el año pasado, consolidaría aún más la participación de los militares en la seguridad pública, un punto que Sheinbaum ha defendido argumentando que «la política de seguridad la define el gobierno de la República con la presidenta».
Analistas como Daira Arana Aguilar, candidata a doctora en Política Pública por la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey, subrayan que la relación de dependencia del gobierno con los militares es muy fuerte y que Sheinbaum podría carecer de un plan concreto para implementar una política de defensa democrática. Arana Aguilar señala la necesidad de acotar las funciones de las fuerzas armadas y limitar la autonomía del poder judicial militar.
El nombramiento de la nueva cúpula militar también ha generado expectativas sobre si Sheinbaum incluirá a mujeres en altos cargos dentro de las fuerzas armadas.
Aunque la legislación mexicana establece que los puestos de secretario de la Defensa Nacional y de la Armada deben ser ocupados por generales de división y almirantes, rangos que aún no han alcanzado las mujeres en México, hay quienes esperan que su liderazgo impulse a más mujeres a escalar posiciones de mando.
Dentro de las fuerzas armadas, la teniente coronel Leticia Yáñez Domínguez, jefa de la sección de alto rendimiento y equipos de conjunto de la Sedena, expresó optimismo sobre el potencial de las mujeres en asumir retos significativos.
Por su parte, Lisa Sánchez, directora general de la asociación civil México Unido contra la Delincuencia, sugiere que aunque los cambios estructurales internos en las fuerzas armadas son improbables en el corto plazo, el liderazgo de Sheinbaum podría activar cuestionamientos y aspiraciones entre las mujeres militares.
con información de el Financiero
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