FRANCISCO RODRÍGUEZ
Las contradicciones en el poder se hacen cada día más evidentes. La Cuarta Corrupción sigue contratando por outsourcing. La CFE y Pemex combaten las energías limpias. Las vacunas no aparecen por ningún lado. El sistema de salud se quedó sin camas. Las diez mil brigadas anticovid son una fantasía. El crecimiento anda veinte puntos bajo cero. Se persigue la exterminación de los órganos autónomos. Y los simulacros siguen siendo el sistema de gobierno.
Por si esto fuera poco, la gran alianza política estadunidense para expulsar del panorama el populismo tóxico triunfó frente a un mamarracho que quiso provocar un golpe de Estado para aferrarse al poder y así evitar la cárcel. Ha sido demasiado para convencernos que hay indicios suficientes para penar que el mundo empieza a girar.
Las investigaciones sobre sistemas políticos no pueden pasar por alto los fenómenos acontecidos en los últimos treinta y cinco años. La pulverización del bloque soviético, el papel detonador del Vaticano, el derrumbe del Muro de Berlín, como antecedentes de la unificación de la nueva Europa.
El surgimiento espectacular de las economías asiáticas, equipadas con modelos corporativos altamente sofisticados, la implantación transcontinental del neoliberalismo a ultranza y su inseparable acompañante, la globalización de los mass media, la radicalización de los organismos financieros internacionales.
La aparición en escena del concepto estadunidense de las ” guerras preventivas”, el agotamiento creciente de los recursos naturales, el resurgimiento del autoritarismo, del populismo y de las dictaduras al modo antiguo, más el pensamiento tecnocrático, de nefatos resultados en el proceso de toma de decisiones.
La interesada, y muchas veces provocada, lucha de las superpotencias contra el terrorismo, entre otros sucesos de igual envergadura, repercuten necesariamente en el curso de los acontecimientos y en las condiciones planetarias de supervivencia. Un largo camino en poco tiempo, sin duda alguna.
Los modelos políticos que se atrasen serán los más vulnerables
Inmersos en este escenario de las últimas décadas, los sistemas políticos modernos que pretendan subsistir como modelos abiertos, deben enfocar sus baterías en busca de procedimientos inéditos que alberguen en sus paradigmas constitucionales aquellas materias dignas de permanecer, para no abrir debates falaces.
Al mismo tiempo, deben abrir el abanico de posibilidades para adoptar mecanismos orientados a fortalecer su capacidad para garantizar el desarrollo y la posibilidad de garantizar la gobernanza democrática con estabilidad institucional.
Los modelos políticos que se atrasen serán consecuentemente los más vulnerables. Sistemas constitucionales que han permanecido estáticos son invadidos por parálisis estructurales en cierto modo provocadas por la alta intensidad de las turbulencias económicas y financieras extra-fronteras, pero fundamentalmente permanecen inmóviles por su incapacidad…
… para enfrentar las consecuencias de competencia, productividad y rapidez de respuesta que su andamiaje jurídico envejecido no puede proporcionar. Detrás de ello, los intereses locales y foráneos para que nada cambie.
El análisis serio demanda la investigación del pasado reciente
Los presidencialismos de viejo cuño, respetados en la etapa anterior por funcionalistas que propalaron virtudes de eficacia y presteza para la solución de los conflictos, hoy son sometidos por congresos representativos, cámaras plurales, divididas en sus preferencias ideológicas. Es el único detente efectivo.
Los aparatos de procuración e impartición de justicia observan, a veces prudentes, otras codiciosos, el desenlace de una lucha sorda por el poder, donde se posterga necesariamente el apremio popular, las soluciones a lo importante, la defensa de la soberanía, la generación de empleos, la producción alimentaria, el combate a la enfermedad y a la pobreza, en suma, la exaltación de los valores supremos del interés público.
El análisis serio demanda la investigación sobre el pasado reciente, así como el atisbo de las condiciones económicas y geopolíticas que han despertado peligrosas ambiciones, a partir de seculares repartos de zonas hegemónicas, asentadas sobre condiciones leoninas de dominación.
Proyectos políticos autoritarios y despóticos con vocación de eternidad que si no se manejan con la experiencia histórica y los ejemplos continentales de usurpadores endémicos auguran grandes tragedias.
La autoridad debe enfrentarse siempre a su opuesta: la libertad
El autoritarismo imperial con sus funestas consecuencias encuentra sus orígenes en el cesarismo romano. Su trasunto lógico es el autoritarismo despótico y el despotismo totalitario. Es un fenómeno típico ubicado en la transición del absolutismo al constitucionalismo. El predominio del Ejecutivo sobre los demás poderes revela su esencia ortodoxa.
El dogmatismo inherente abona al proceso regresivo del Estado social y democrático de Derecho. Por otro lado, la tendencia a ser libres es una constante de la naturaleza humana. La autoridad debe enfrentarse siempre a su opuesta dicotómica: la libertad.
La libertad debe tender al infinito, resguardada por las leyes civiles, en tanto que la autoridad ideal es sólo la estrictamente necesaria para salvaguardarla. Los estudiosos de todos los tiempos han definido al Estado como “el reino de la libertad más allá de la necesidad”. Así debe entenderse.
Parteaguas histórico en este nuevo siglo: el aire fresco de la libertad
Las contradicciones esenciales que hoy se hacen evidentes para la sociedad mexicana tienen que provocar necesariamente una reacción concomitante al tamaño de las estulticias que han generado el desconcierto, la abulia electoral y la supremacía del menos indicado para gobernar.
El movimiento mundial que se ha generado en Estados Unidos para evitar la permanencia ilegal de Donald Trump debe arrojar muchas luces para defenestrar del panorama mexicano al sujeto que está haciendo un daño incalculable e inmerecido por los votantes de buena fe que creyeron en sus promesas, hoy auténticas bazucas contra la convivencia pacífica.
La “lucha abierta contra el populismo tóxico ”, así definida por la sociedad estadounidense, debe significar un parteaguas histórico en este nuevo siglo, el aire fresco de la libertad.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Y para no variar su apoyo al mandatario saliente del vecino del norte, tras no condenar los hechos del Día de Reyes en el Capitolio, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, dijo en su conferencia de prensa que “no le parece” que Twitter censure, afirmó que no le gusta que a nadie le quiten el derecho de transmitir un mensaje en Twitter. Sin mencionar el nombre de Donald Trump, pero en clara referencia a lo ocurrido con la suspensión que Twitter hizo a las cuentas del actual presidente de los Estados Unidos. “Hay una cosa que ayer, y que hace unos días también comenté, y yo siempre digo lo que pienso, algo que no me gusto ayer de lo del asunto del Capitolio, nada más que respeto, respeto, pero no me gusta la censura. No me gusta que a nadie le quiten el derecho de transmitir un mensaje en Twitter o en Face, no estoy de acuerdo con eso. No acepto eso.”
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