Joel Hernández Santiago
Una seria inquietud recorre el país mexicano. Es una incertidumbre que se sostiene en los hilos de la inseguridad y la desconfianza. Es el fantasma electoral que pasa por 2017 y llega al 2018 cuando cambiarán Ejecutivo y Legislativo federales. Los grandes intereses políticos tienen en la mira esta ‘al 18’: Meta de expectativas e intereses particulares y de grupo político: todo junto.
Estamos sometidos a un proceso de descomposición política seria que tiene su origen en la corrupción en apariencia incontenible, y estamos en una crisis social y económica que parece no tener fin, pero sí principio.
Así que los partidos políticos ya enfilaron sus estrategias electorales hacia 2018, principalmente. Es para entonces cuando se conocerá la profundidad del daño que el gobierno de Enrique Peña Nieto ha hecho a su partido y cuando se identificarán las verdaderas fortalezas de una oposición que se ha alimentado con el debilitamiento presidencial y de su instituto político.
El Partido Acción Nacional (PAN) se supone ganador mientras ve la caída del PRI, y toma en cuenta la casi extremaunción del Partido de la Revolución Democrática (PRD). Otros partidos indefinidos hay que reciben prerrogativas inútilmente, porque no significan nada para nadie excepto para los partidos que necesitan sumar votos. Innecesario asunto éste porque sin ellos habría los mismos resultados hacia cualquiera de los partidos principales.
El partido de Andrés Manuel López Obrador, Morena, crece de forma proporcional a la caída de la casa de Usher de la avenida Insurgentes Centro de CdMx. Los electores que se presumen de izquierda prefieren voltear a ver a Morena, a pesar de que es un partido que tiene como eje central a su dirigente, pero con una comparsa de viejos momentos del priismo mexicano. Morena parece ser la alternativa progresista. Pero no es la solución progresista.
La democracia en México no se ha consolidado y sí ha procreado un sistema de partidos envenenado, hecho de girones ancestrales y de ambiciones inmediatas, no necesariamente políticas o sociales.
Los actores políticos no emanan del cuerpo social; si del cuerpo político. Los legisladores mexicanos, en su gran mayoría no son representantes de quienes votaron por ellos, pero sí de quienes les ayudaron a conseguir la posición legislativa.
Se suma que una y otra vez el fantasma de la corrupción recorre los pasillos de oficinas de gobierno, de salones de bienestar político y los corredores del poder Legislativo. Los gobiernos de los estados, ya lo hemos visto, han dado muestra de que gobernantes hay que se han enriquecido y envilecido con recursos públicos.
La impunidad sigue vigente, y esto hace que la desconfianza en los procedimientos institucionales de ley y derecho generen desconfianza e indignación entre la mayoría de los mexicanos que, hoy mismo, se sienten agraviados por el cúmulo de abusos y extremos a los que se ha llegado en los años muy recientes.
La inquietud social ya está saliendo a las calles. Cada vez es más frecuente que la gente de a pie se plante en calles y banquetas para exigir cumplimientos de los diferentes órdenes de gobierno. (Aparte de una CNTE se ha apoderado de las calles y las plazas de la CdMx, de Oaxaca, de Chiapas, Guerrero o Michoacán en un sindicalismo mal entendido). Más y más grupos de inconformes se suman al todo para mostrar, ya, una fotografía de la inquietud mexicana.
Aun así los partidos políticos ya velan sus armas. Hablan de triunfos electorales; hablan de posicionamientos; de alianzas; de coaliciones y de encuestas positivas o negativas. Pocas veces muestran al ciudadano su visión de México y las soluciones contantes y sonantes que procurarían a los habitantes del país en caso de obtener triunfos electorales. No existe el ser social, si el ser ‘partido-político’, para efecto de cargos, abonos, pérdidas o ganancias electorales y de poder.
En tanto los mexicanos se debaten en la manifiesta debilidad de gobierno y la falta de identificación con los partidos políticos.
La abstención, la anulación del voto y la presencia de candidatos independientes –no siempre independientes- son alternativas inmediatas y cada vez más crecientes, el primer castigo; pero la alternativa de solución eficiente no existe ¿Por quién votar? ¿A quién elegir? ¿Por qué votar por este partido o aquel? ¿Por qué votar por tal o cual candidato?…
Lo sabemos todos, o casi todos: hay una gran desconfianza social en la política y en los políticos… En los diferentes partidos que en sí mismos se construyen para sí mismos. Entonces… ¿qué hacer? ¿Qué sigue?
He ahí el gran dilema; he ahí la gran incógnita; he ahí que no hay opciones que generen expectativas, esperanzas o certidumbres… Eso es… nadie sabe qué sigue y quien habrá de solucionar la gran crisis mexicana de hoy… Y si “…Cómo es cruel la incertidumbre…”