Luis Farías Mackey
Entre dar y tomar hay un abismo.
Una ley psicológica es que quien más da, más hambre tiene y, al tener más hambre, más da para más tomar.
Partamos de lo elemental, nadie puede dar más de lo que tiene; solo se da en la medida en la que se recibe. Ahí radica el sano dar.
Pero cuando no se da por dar, sino para tomar, no hay dádiva, hay despojo y sometimiento.
De ahí la necesidad de verle el diente al caballo dado, contrario a lo que manda la máxima; porque los regalos pueden ser un fastidio o fatídicos: trampa, robo, esclavitud
Por ejemplo, los narcotraficantes empiezan por regalar droga para terminar encadenando en ellas y circuito de tráfico. El hombre de poder lo regala para luego someter; el candidato promete sin medida para más tarde cobrar sin pudor, el tunante embauca para despojar; el truhan enamora para dañar.
Cuando se es consciente de la propia pobreza nadie da más de lo que tiene; pero cuando sé da de más, es porque en el fondo se toma de una o de otra manera.
Tal es el problema del que da de lo ajeno; del uso patrimonialista del poder que, finalmente, termina empobreciendo a todos por igual.
El regalo más peligroso es el que se da para recibir. Siempre en la virtud de dar se esconde un animal de presa, comenta Jung. Un animal que busca robar a quien regala.
No es este un escrito contra la caridad y conmiseración, sino una alerta sobre los lobos en piel de ovejas. Los populistas de hoy, pues. Que dilapidan la riqueza social a cambio de votos, sometimiento, miedo, clientela.
No hay en su dar caridad alguna, sólo interés. No hay humanidad, solo altivez.
Su dar esclaviza, amenaza, empobrece, denigra, extorsiona. No doy a tu necesidad, doy a la mía. No eres tú el objeto de mi dar, soy yo.
El mexicano algún día tendrá que valorar qué gana y qué pierde al recibir, no en sus necesidades y méritos, sino en su postración.
Quien en nuestra hambre ve medro y no dolor; no da, toma.