Don Francisco Zarco, conocido por México, con tinta perpetua escribió sobre hojas de oro; “En ese obscuro laberinto, en ese monstruoso conjunto de leyes al que se ha querido llamar legislación mexicana, el discurso se pierde, la razón se extravía”.
En el México de hoy se vive una crucial deformación constitucional, atribuible, sólo en parte, al neoliberalismo que desea seguir imperando en ésta Cuarta Transformación, la tesis formulada por Montesquieu, resulta en este momento histórico letra muerta, no importando que aquellas luminosas ideas se hubieran objetivado en la doctrina de la “División de Poderes”, convertida en dogma constitucional, postura ideal en una verdadera Democracia, como la que soñó y deseó DON JOSÉ MARÍA MORELOS, en sus históricos “SENTIMIENTOS DE LA NACIÓN”.
Aquellos sueños de nuestros antepasados, se fueron disipando con la corriente del neoliberalismo, y, hoy por desgracia, aún perduran y sobre todo, en el fortalecimiento del Poder Ejecutivo, en demerito crucial del Legislativo y del judicial, por ende, también para desgracia de la Justicia y por consecuencia lógica de nuestro amado MEXICO.
La conformación de estos poderes, sometidos al Ejecutivo, por falta de dignidad, de conformismo y de corrupción, hicieron en la etapa del neoliberalismo, que aún perdura en ésta Cuarta Transformación, hacer posible la sumisión absoluta a un poder que metajurídicamente absorbe en legalidad de facto a los otros dos, aunque en la Constitución esté escrito “el Poder de la Federación se divide, para su ejercicio, en Legislativo, Ejecutivo y Federal”.
En fechas muy recientes y con tristeza y repudio hemos observado, con asombro, como se derrumba el ideal democrático de la división de poderes. El Legislativo, el poder de facto, ha enlodado o pretendido enlodar la tradición constitucional mexicana, al pretender legislar leyes inconducentes e inoportunas, modificando un Sistema de Justicia Penal, que a trancas y barrancas se encuentra funcionando.
Digan lo que digan y reculen o nó, la sumisión de ese poder o algunos que lo detentan, pretenden hacer posible reformas a textos legales, con un deseo de cambio, que presupone un total desprecio, no sólo a la norma per-se, sino incluso a nuestra prosapia jurídica.
Así pretenden derrumbar a nuestra justicia que estorba una Sui Generis concepción de un México diferente, por el que lucharon, por años, juristas orgullosos de la estirpe de las raíces de justicia que todos deseamos.
Nuestra historia jurídica y sus añejos y valiosos motivos, ahora se pretende que resulten letra muerta, ante absurdas ocurrencias de cierto poder.
Las fuerzas políticas más insulsas y retrógradas –derivadas del neoliberalismo e incrustadas en morena- se unieron en una comunión de decadentes intereses, que exhibieron el disentimiento democrático para convertirlo en una ridícula caricatura de nuestra democracia.
Pero la verdad a rajatabla nos matiza el hecho insoslayable de que el pensar de Montesquieu, con todo y ser tan luminoso, no es más que una sombra, domeñada por ciertos intereses de corrupción no combatidos y por falta de consistencia en el pensar de quienes integran las cámaras legislativas, salvo muy honrosas excepciones.
El robustecimiento del Poder Ejecutivo llegó con el neoliberalismo y aún no se puede romper.
Los Poderes de la Unión continúan fundidos, no obstante se afirma lo contrario.
No existe en verdad una democracia plena. Sin embargo, bajo ésta Cuarta Transformación, esperamos el alumbramiento de la verdadera Justicia, la cuál deberá iluminar a México en los próximos años.
Si de democracia se trata, la separación de poderes inserta en la Carta Magna, es norma que debe ser respetada con energía, con firmeza, con tamaños de varón, de lo contrario el pueblo se cansará de ser sólo comparsa.
Lic. Alberto Woolrich Ortiz.
Presidente de la Academia de Derecho Penal del Colegio de Abogados de México, A.C..