CUENTO
Eran las onces y media de la noche cuando el joven al fin escuchó a su padre llegar. Él llevaba más de dos horas acostado en su cama. La luz de una lámpara, colocada sobre una mesita, le permitió ver todo este tiempo sus deseos más ardientes.
“Esta noche lo haré, ¡esta noche!”, se repitió mentalmente varias veces, tratando así de darse ánimos para no ceder ante lo que tanto tiempo él ya llevaba deseando.
Lentamente los momentos fueron pasando y, el joven, que solamente usaba ahora calzoncillos de color verde, nuevamente comenzó a verlo todo en su imaginación. Varios años eran los que él llevaba deseando en secreto a su padre, quien hasta este momento ya tenía cincuenta años de edad, y seis años de divorciado.
Ahora, con veinticinco años cumplidos, el joven estaba más que decidido a seducirlo. Esta noche, aprovechando que era sábado, y que por lo tanto su padre vendría borracho, no dejaría pasar ningún otro día más para hacerlo: tocarlo como siempre lo había hecho en sus más ardientes fantasías.
Pegando su oído a la puerta, el muchacho intentó de esta manera comprobar si su padre ya dormía. Al escuchar sus ronquidos, respiró aliviado. A continuación, con toda la calma del mundo, su mano fue girando el pomo de la puerta.
Apenas abrir la puerta, vio que todo el cuarto estaba a oscuras. Para ayudarse a ver, sacó su teléfono y enseguida encendió su lámpara. Con pasos lentos avanzó después hasta la cama donde su padre se encontraba.
Viendo que no se había quitado la ropa, el muchacho dedujo que su padre había tomado mucho más de lo habitual. “¡Mejor!”, enseguida pensó. Su mano entonces dejó el celular sobre la cama, junto a la pierna de su padre, el cual llevaba unos jeans de color azul oscuro.
La luz de su teléfono le permitió ver con la claridad suficiente el cuerpo entero de su padre. Como si de un platillo exquisito se tratase, el muchacho lo fue degustando de los pies hasta la cabeza. Después, al terminar su recorrido visual, él nuevamente volvió a posar sus pupilas en el medio de aquel cuerpo.
Y entonces fue cuando exclamó con un éxtasis total: “¡Pero qué bulto más hermoso!” Decidido ya a lo que había venido, acercó su boca y entonces lo besó. Segundos después, se puso a acariciarlo. Su miedo seguía latiendo en su interior. Es por esto que su mirada iba del rostro de su padre hacia el bulto. Temía que él en cualquier instante abriese los ojos.
El joven se lo pasó varios minutos así, acariciando el bulto a su padre. Su deseo le gritaba: “¡Anda un poco más lejos!” Pero su temor no se lo permitía. Su cabeza le zumbaba, su corazón le latía a toda prisa. Su frente comenzó a sudar…
Y, de repente, él lo hizo. Se puso a desabrocharle el pantalón a su padre, La bragueta tenía varios botones, los cuales al joven le tomó un poco de trabajo sacar. Al terminar, nuevamente respiró aliviado. Ahora solamente le faltaba hacer a un lado aquel pedazo de tela que cubría esa parte del cuerpo.
Instantes después, el muchacho quedó maravillado al mirar la ropa interior de su padre. “¡Vaya!”, exclamó para sus adentros. “¡Pero si hoy se ha puesto la pieza que a mí tanto me gusta!” La ropa interior era una trusa blanca, de un modelo clásico que a muchos hombres maduros les gusta usar mucho.
En la parte de en medio tenía una abertura, por la cual el joven metió su mano. Pero antes de hacer esto, él había acercado su nariz tan sólo para aspirar así el aroma de su padre. La prenda olía a orina, y a semen. “¡Seguramente que ha estado con una puta!”, pensó el joven, con algo de rencor.
¡Cómo le habría gustado a él ser esa puta! Deseaba tanto a su padre, que el solo hecho de no poder estar con él lo torturaba muchísimo. Así que la única manera que parecía haber para llegar a hasta él, solamente se limitaba a ser eso: “una puta”.
Sin darse cuenta, porque estaba muy absorto en ese tipo de pensamientos, el joven ahora ya le daba pequeños besos al miembro flácido de su padre. Sentir el sabor de aquello en sus labios, le encantó. Pero él quería más, ¡más!
El joven deseaba que su padre hiciera lo mismo que siempre había hecho en sus fantasías: deseaba que éste estallara dentro de su boca, inundándolo así de toda su esencia de hombre. ¡Lo deseaba, más que a ninguna otra cosa en el mundo!
Y, a pesar de lo que su hijo ahora le hacía, el hombre permaneció dormido. Pero en una de esas, por un descuido del muchacho, enseguida se despertó. El dolor de una mordida en su pene fue lo que hizo que él abriese los ojos.
Estando todavía bajo los influjos de la cerveza, al hombre le tomó varios segundos entender qué era lo que acababa de sucederle. Con la mirada llena de desconcierto, vio que su hijo se encontraba en la orilla de su cama. Éste lo miraba ahora con algo de vergüenza, y a la espera de una fuerte reprimenda. Pero los segundos fueron pasando y ésa nunca llegó.
Aprovechando entonces el silencio de su padre, el muchacho al fin se lo confesó. Bajando la mirada, se lo dijo de manera muy rápida: “Papáhacetiempoquemegustas” Viendo que su padre no le respondió nada, se levantó de la cama y entonces se acercó hasta él para besarlo.
“¡Imbécil!”, lo regañó su padre. Al instante mismo había abofeteado a su hijo, con todas sus fuerzas. “¿Eres maricón, o qué?” Su voz había sonado tan llena de ira, que el joven quedó petrificado.
Muy avergonzado por lo anterior, el muchacho, apenas recuperó un poco su compostura, agarró su teléfono y salió corriendo del cuarto. Llorando por lo acontecido, se tiró sobre su cama y, con el rostro hacia abajo, quiso guardarse de la vergüenza que no dejaba de hacerlo sentirse una cosa muy vil.
El joven se lo pasó llorando y llorando, hasta que el sueño poco a poco le fue llegando. Sin que él se diese cuenta, al fin se durmió. Su mente al fin descansaba ahora. El sueño seguramente le ayudaría a superar todo lo sucedido.
Pasaron las horas. Debían ser ya las tres o cuatro de la madrugada, cuando el muchacho comenzó a sonreír. Algo muy bonito le sucedía ahora. Al sentir que unas manos le acariciaban las nalgas, creyó que todo esto era parte de un sueño, de un sueño muy maravilloso.
El placer que ahora sentía era tanto, que él no sabía cómo hacerle para huir de esta mentira. Si se despertaba, todo enseguida acabaría. Pero si seguía durmiendo, al siguiente día descubriría toda la verdad: que su sueño jamás dejaría de ser precisamente eso: un triste sueño.
“Pa… pá”. Ahora él no sabía si dormía o si ya estaba despierto. Su padre se encontraba ahora sobre su cama. Ya se había bañado y cambiado de ropa. Aunque ahora él solamente llevaba puesto unos calzoncillos cortos, de color blanco.
El hombre había encendido la lámpara unos instantes después de haber venido a ver a su hijo. Sin muchas ganas de responderle a su retoño, solamente se limitó a decir: “¡Qué! ¿Acaso no era esto lo que querías, puto?”
Sin poder creer lo que sus ojos veían, el muchacho se los restregó con las manos. ¡Todo era real! ¡Todo esto sucedía de verdad ahora! ¡Su padre lo había llamado “puto”! Y él no cabía en la alegría que ahora todo su ser sentía. Estaba muy estremecido de emoción
Sonriendo como un loco, pero un loco lleno de alegría, el muchacho levantó su cuerpo. Después, al quedar sentado sobre la cama, como un bebé, gateó hasta donde su padre estaba y, acercando su rostro hacia a la de él, ¡lo besó! Y su padre esta vez le correspondió.
Sus labios se unieron en un beso, en un beso que solamente ellos dos pudieron entender. Aquello era un beso lleno de amor y pasión. El joven irradiaba felicidad y dicha pura por cada poro de su cuerpo. Esta noche se convertiría para siempre en la noche más feliz de toda su vida. Porque entonces él al fin había logrado tener lo que tanto tiempo había deseado: “EL AMOR TOTAL DE SU PADRE”.
FIN
Anthony Smart
Agosto/23/2021