Con cariño a la
Maestra y Senadora Ifigenia Martínez,
mujer ejemplar y
digna defensora de la República.
*Lic. Jorge Nuño Jiménez
Gran alegría provocó el anuncio del Presidente electo Andrés Manuel López Obrador la semana pasada, después de reunirse con el Secretario de la Defensa Nacional General Salvador Cienfuegos Zepeda. Hizo hincapié que las policías no están listas para suplir a las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad, ni la mencionada guardia civil. Afirmo que por lo pronto no hay alternativas para devolver la paz a los ciudadanos sin el apoyo de las Fuerzas Armadas, de hacerlo sería irresponsable, dejaría indefensos a millones de mexicanos, quienes padecen el flagelo de este enemigo oculto y cruel, que es el crimen organizado.
Acto de responsabilidad y congruencia, tácito reconocimiento a la histórica labor que han desarrollado con abnegación y patriotismo los soldados mexicanos, que no se cansan, no duermen, no titubean; simplemente cumplen con su vocación de apoyar a las instituciones de la república, vulneradas y rebasadas, constituyéndose en el guardián, el centinela, el cabo de turno del orden constitucional y la seguridad interior de la nación, con una inspiración: el respeto a los derechos humanos y defensa de la soberanía.
Muchos países enfrentan amenazas de esta caterva de enemigos ocultos, caballos de Troya, encabezados por organizaciones criminales que retan a los Estados y sus respectivos gobiernos, pero se equivocan la ley y la razón de Estado siempre triunfa.
Se habla mucho en nuestro país, en pro y en contra de las tareas que desarrollan las Fuerzas Armadas, como es el caso del Ejército mexicano, la Fuerza Aérea y la Marina, instituciones que han pagado una factura muy alta. Muchos soldados han caído asesinados luchando contra esta delincuencia, dejando hijos huérfanos y muchas viudas, que al parecer a nadie le importa.
En muy raras ocasiones la sociedad reconoce el sacrificio de los soldados, quienes realmente son campesinos uniformados. Caen acribillados por cumplir con su deber, realizan misiones que no les competen, porque fueron educados, equipados y entrenados para la guerra. Las misiones de seguridad pública las realizan cumpliendo órdenes de su Comandante Supremo: el Presidente de la República. Sin embargo, han surgido críticas injustas y a veces sucias que provienen de organismos delincuenciales y criminales, ignoran que su actuar lo realizan a cambio de nada, no desean aplausos ni reconocimientos, solamente ofrecen su lealtad: sacrifican todo comodidades, persona, familia, velan por la tranquilidad y la paz pública.
El Ejército Mexicano ha trabajado con abnegación, bajo el escrutinio de una sociedad madura y vigilante que le aplaude al verlo desfilar con gallardía por las calles de la ciudad, al lado de otros que tratan de desprestigiarlo. Nadie ignora que estas Fuerzas en realidad son el garante de la seguridad interior de la nación, trabajan en medio de vendavales, entre lluvias, huracanes y también terremotos. Son los primeros en llegar a auxiliar a la población en medio del caos y del desastre, salvan a niños y ancianos, protegen lo más valioso su vida misma, aplicando el Plan de DN-III-E.
El Ejército es una Institución centenaria hija de legitima de la Revolución Mexicana, fundada por Don Venustiano Carranza. Desde su origen ha sido el manto protector del imperio de la Constitución, las leyes ordinarias, la seguridad exterior coadyuvando también en la seguridad interior en medio de una corrupción y descomposición de órganos policiacos a quienes realmente les competen estas tareas. Desempeñan sus trabajos con energía y pasión, porque saben muy bien que la legalidad y el respeto a los Derechos Humanos es su escudo, su flecha y su faro de luz que ilumina su actuar, es heredera de una de las más puras tradiciones del pueblo mexicano celoso de su soberanía.
* Centro de Estudios Económicos y Sociales del Tercer Mundo A.C.