Luis Farías Mackey
¿Cómo evitar que se conozca la verdad sobre Ayotzinapa? Revolviendo verdad con mentira, la realidad con su negación, lo objetivo con lo ideológico y programático, los culpables con sus persecutores, las víctimas con la “causa” y el dolor con el medro político. Volviéndolo circo, espectáculo y ariete de campaña; reduciéndolo a distractor de ocasión.
Los griegos dirían, mezclando logos y pharmakon; los modernos haciendo un performance.
El logos (verbo) en tanto “medicina analógica del alma y del cuerpo, (por cuanto) psicomatización de la palabra”, es una invención de Gorgias quien en su “Encomio de Helena” narra una cena donde ésta, ya de regreso a Esparta tras la caída de Troya, se encuentra con Telémaco, quien en su personal Odisea busca a su padre, Ulises, y esparce entre los asistentes al convite la pesadumbre y depresión del huerfano. Ante el riesgo de ver estropeada la cena por el llanto de aquél y, con ello, hacerlos recordar los devaneos de la propia helena, causantes de la guerra y destrucción de Troya, ésta vierte en las vasijas del vino un pharmakon (droga), traído de Egipto, que “calmaba el dolor y la cólera, disolvía todos los males; ¡quien la tomara después de mezclada no derramaría lágrimas durante todo el día ni aunque hubieran muerto su padre y su madre o mataran ante sus ojos con el bronce a su hermano o a su primogénito!”
Bebido el pharmakon Helena tomó la palabra y dijo: “gozad de los discursos. Os contaré cosas semejantes, verosímiles, apropiadas.”
Para Gorgias “existe la misma relación entre el poder del discurso (logos) y disposición del alma (…) así como cierta droga hace salir del cuerpo cierto humor y unas hacen cesar la enfermedad y otras la vida, así sucede entre los discursos, Algunos entristecen, otros encantan, dan miedo, exaltan al auditorio, y algunos mediante una mala persuasión, drogan el alma y la embrujan”. Las “mañaneras”, pues.
Por su parte, el performance para Cassin es un discurso continuo y actuado, diferente al diálogo, algo así como una conferencia o presentación. Lo equipara a la Epideixis de los griegos, que se forma de deixis, “acto de mostrar, dedo índice tendido”. Pero, acota, distinto a la apodexis, demostración. Éste último muestra a partir de lo mostrado, “el arte de de-mostrar”, ejemplo de ello es la lógica. La Epideixis es el arte de “mostrar ante”: de cara a un público y, además, de “mostrar más”: hacer publicidad, “sobre-hacer”, exhibir lo mostrado cual paradigma. La diferencia —de allí lo performativo— es que en la apodexis hay lógica, razonamiento; en la Epideixis hay performación, espectáculo.
Pues bien en Ayotzinapa encontramos el logos y el pharmakon de Helena, con su droga y embrujo verbal sobre cosas “semejantes, verosimiles y apropiadas”, el performance de Cassin, con su espectáculo, y la intención política de López Obrador, de hacer imposible la verdad, y su hybris, de convertir todo en algo a favor o en contra de él.
A diferencia de Helena, López Obrador no quiere que se olvide Ayotzinapa; a diferencia de Cassin, tampoco la distracción momentanea. Porque en su interés está el contaminar de tal manera el asunto que le sea imposible remediación alguna y, por ende, llegar a la verdad, pero, además, que perdure irresoluto y presente por siempre para medro político.
Aquí es donde entra la filtración del informe de Encinas que, hoy sabemos, no es la “descripción, oral o escrita, de las características y circunstancias de un suceso o asunto”, ni el efecto de informar, “enterar o dar noticia de algo”, porque en voz del propio Encinas: “En todo momento se debe preservar el interés superior de las víctimas ante un asunto tan delicado”. Y cuál sería éste —preguntamos—, si no la verdad.
Pero queda claro que para Encinas, su jefe y quienes han hecho de Ayotzinapa un modus vivendi no: la verdad terminaría con la explotación política y económica de su drama y dolor.
En otras palabras, la Comisión de la Verdad de Encinas no busca la verdad y solo la verdad, sino el pharmakon, el performance, el medro político y la imposibilidad de la verdad.
Por eso publica un Informe que no informa, que luego filtra y después denuncia de haber sido filtrado para que la discusión no sea sobre el informe sino sobre su filtración. Un informe que deja partes sin testar y que al hacerlo pueden violentar datos personales y protegidos, pero salta la pregunta, ¿de quiçen es culpa que no esté testado todo lo que debe de estar: del testador o de quien “filtra” un informe “¡publicado!”.
Resulta obvio que dejaron partes sin testar para ahora demandar ante la Fiscalía investigue quién filtró el informe, no quién no lo testó correctamente.
El hecho es que publican un informe mal testado, lo filtran y denuncian su filtración (no el mal testado), para que nadie hable del informe, sino de la filtración, y lo hacen precisamente cuando urge discutir la situación hic et nunc (aquí y ahora) de la seguridad pública en México, en donde, en vez de ello —otros pharmakon y performance— se sube a la discusión la militarización de la Guardía Nacional y el papel de las Fuerzas Armadas en el país, salpimentándolos con las aprehensiones de decenas de militares acusados de perpetrar la masacre en Iguala.
Pues bien, nosotros debieramos persistir en discutir el tema de la seguridad en lo sustantivo, en sus resultados; no en sus distracciones; los padres de Ayotzinapa exigir verdad, en lugar de camiones y recursos para ir a apedrear campos militares y nuestras Fuerzas Armadas, en medio de pharmakons y performances, entre tanto boato, encargo, tentaciones desde el poder y del dinero, y de la distracción de sus tareas sustantivas, debieran obervar el horizonte y preguntarse a quién habrán de culpar cuando la cena y efectos de sus pharmakons y performances cesen. Basta ver al juez al que hoy queman en leña verde por liberar a más de 120 delincuentes confesos por lo de Ayotzinapa, pero no por sus pistolas, sino por la omisión y negligencia de la Fiscalía Especializada (y cooptada) de presentar argumentos y alegatos en tiempo y forma para sostener su acción judicial original. Ésta, por cierto, no ha sido desmentida, simplemete ha sido interesadamente traspapelada y tergiversada hasta su intelegibildad.
No creo que las Fuerzas Armadas mantengan duda de quién pilotea a quienes ejecutan performances a las puertas de sus cuarteles. Lo cual no deja de ser curioso, porque si están a digusto del Informe de Encinas, debieran de ir a manifestarse en su contra a Gobernación, no a Sedena. Caso similar al de los senadores del Bloque Opositor, a quienes las organizaciones sociales presionaban para que no aprobaran el dictamen de prolongar el prestamo de personal militar a la Guardía Nacional hasta el 2028, en lugar de manifestarse y presionar en contra de Morena que lo impulsaba.
Y mientras el pharmakon hace sus veces, hoy hay un General de División en la cárcel por los dichos comprados a de un homicida confeso cambio de su libertad.
Beban hasta hartarse el pharmakon de Encinas y su cuento de cosas semejantes, verosímiles, apropiadas.
Que cada quien siga su Odisea y sirenas.