CIUDAD DE MÉXICO, 20 de julio (AlmomentoMX).- El marxismo es la corriente ideológica más poderosa del siglo XX en México en términos del impacto que tuvo en distintos renglones de la vida nacional, incluso más allá de las instituciones de educación superior y del campo intelectual, sostuvo el doctor Carlos Illades Aguiar, investigador de la Unidad Cuajimalpa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Al participar en el Coloquio Actualidades del 68: universidad, juventud y política 50 años después, en la Unidad Iztapalapa de esta casa de estudios, el historiador expuso que esa tendencia está ligada a un movimiento político internacional “que en la actualidad podríamos llamar global” y resulta relevante que haya una fuerza detrás de un pensamiento, porque no todas las teorías tienen esa posibilidad.
La filosofía de Karl Marx está asociada a la configuración del movimiento obrero moderno, por lo que “ya no sólo estaríamos hablando de un poder político detrás del marxismo, sino de la organización de trabajadores en gran parte del planeta”, razón por la cual ha tenido repercusión más allá de los ámbitos universitarios, es decir, no sólo en las formaciones políticas, sino también en las estructuras laborales sindicales.
En el México del siglo XX ese modelo teórico tuvo una peculiaridad semejante a la del positivismo en el siglo XIX, pues dicha corriente de pensamiento se filtró al sistema educativo nacional, puntualizó el académico del Departamento de Humanidades.
Al respecto explicó que considerando que a partir de la Revolución Rusa el marxismo se difundió en México, una consecuencia de la Revolución Mexicana es la educación socialista de 1930, asociada a la recién creada Secretaría de Educación Pública, y los primeros marxistas mexicanos fueron profesores normalistas, por lo que “podemos pensar que se trató de un espacio académico bastante poderoso, eficaz y de muy larga duración”.
Si desde entonces con la educación socialista había un público lector de temas marxistas y, por otro lado, una expansión de la educación nacional con programas de alfabetización, el hecho de que los educadores se formaran en una tradición de esa corriente dio una durabilidad relevante, “es decir, para cuando el marxismo en las décadas de 1960 y 1970 tuvo su momento más importante en el país hubo más conocimiento respecto de él, pues ya había calado en el conjunto de la educación”.
Cuando saltó a las universidades –que se masificaron en esos años y las escuelas de provincia dejaron de ser los colegios de letras y se convirtieron desde 1960 en instituciones estatales– este espacio marxista abarcó todo el medio educativo: desde los niveles escolares básicos hasta el superior, razón por la cual los textos de esa línea filosófica fueron tan leídos por los educadores.
Libros como La historia del capitalismo en México, de Enrique Semo, y La filosofía de la praxis, de Adolfo Sánchez Vázquez, se han leído por generaciones, por ejemplo, alguna vez hizo la cuenta y resultó que el de Semo llevaba ocho años atrás casi 30 reimpresiones y más de 150 mil ejemplares vendidos.
Por lo tanto, todo este proceso de cómo el marxismo se filtró en la educación en México fue resultado de la manera como las instituciones mexicanas se fueron conformando a partir de la década de los 30 del siglo pasado, consideró.
El doctor en historia por El Colegio de México afirmó que el papel de los intelectuales ha sido el del compromiso político donde se van agrupando conforme a las coyunturas históricas más significativas, como la Revolución Mexicana o el Movimiento Estudiantil de 1968, y al tener una experiencia común vinculada con los momentos políticos cardinales tienen debates y lenguajes que los acercan.
AM.MX/fm
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