El Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal y el Museo Nacional de la Estampa (Munae) presentarán el libro: Oraciones chuecas y esotéricas: impreso popular mágico-espiritista del siglo XX, de Raúl Cano Monroy, este jueves 22 de junio, a las 18:30 horas.
Oraciones a la escoba para que barra el mal, al morralito o cantarito para que no falte dinero en casa “oraciones chuecas”, como antes se le conocían en el antiguo mercado de la Basílica de Guadalupe, componen este género de impresos y rescata el libro de Raúl Cano, quien señala que ya está desapareciendo y es poco estudiado.
“Esta obra es un estudio histórico de este género desde la gráfica popular, el impreso, que va de las postrimerías del siglo XIX, recorre el siglo XX, cuando tuvo su mayor auge, hasta principios del nuevo milenio. Lo curioso es que se producía, distribuía y consumía de forma clandestina”, explicó en entrevista el autor.
“Me enteré de este género durante el proceso de investigación para el libro publicado en colaboración con el Munae, Con licencia eclesiástica. Impreso mexicano del siglo XIX y XX, el cual se enfocó en los impresos populares católicos. Mientras hacía una búsqueda en el mercado de la Basílica, un vendedor me preguntó si estaba buscando -oraciones chuecas-, en un primer momento pensé que era material mal impreso, pero no. Este es un género que dentro de la gráfica popular existe desde finales del siglo XIX, el cual toma como base las novenas, los triduos y los alabados, que eran cuadernillos religiosos católicos”, dijo.
“Se les llama -oraciones chuecas- porque parece que están orientadas a un santo católico, como Santa Martha o Santa Helena, pero en sus versos se hace referencia a otros aspectos de estos personajes o, incluso, a otros personajes con la misma referencia, como Santa Elena de los Tres Clavos.
“Sin embargo, tiene una raíz más antigua, pues le da continuidad a algunas creencias que vienen de la época precolombina, sobre todo las relacionadas con el culto a la muerte, y también retoma creencias que vienen de España, vinculadas con la hechicería, brujería, entre otros. Es decir, este género es fruto del mestizaje, y se consumió y distribuyó sobre todo en la ciudad, y fue producido por las casas impresoras dedicadas a elaborar material religioso. De alguna manera, este género es la contraparte de ese material”, abundó.
Cano Monroy detalló que el contenido de estas publicaciones eran oraciones dirigidas a “seres no permitidos” por la iglesia Católica, sino “alternativos”, como algunos fantasmas y espíritus chocarreros, con el objetivo de pedir algún favor, como la salud, el dinero, el amor o generar algún perjuicio, los cuales son sus tópicos principales.
“Por ejemplo, están las oraciones dirigidas al “ánima del retiro” o “ánima sola”; a fetiches: como la escoba o el morralito; incluso, a seres antagónicos, como “lucecita” (lucifer) o la voladora (la bruja) para que retiren ciertos males.
“Como podemos ver, estas plegarias no pertenecen a un sistema de creencias específico, sino que expresan el sincretismo cultural de nuestra sociedad, derivado de nuestra idiosincrasia. En México se originó una vertiente muy particular, pues se adaptó una glosa de personajes provenientes de la cultura popular, como Rosita Alvírez, a quien se les atribuye ciertos milagros”.
De acuerdo con el historiador de arte, este género de la gráfica popular no se le había considerado como material de estudio, a pesar del gran auge que tuvo: Este libro es un primer acercamiento, porque, cuando se habla de gráfica popular, generalmente los estudios están orientados a los cuadernillos de corridos o cancioneros y a los impresos de corte católico.
“Su importancia radica en que fue un género que mostró predominancia y evolución, pues cada taller tenía su estilo y reinventaba sus diseños. Por ejemplo, el antecedente directo de la imprenta Antonio Venegas Arroyo (para la cual colaboraban José Guadalupe Posada y Manuel Manilla) producía libros, a principio del siglo XX, que se titularon Magia blanca, magia prieta, El libro del oráculo y El libro de los sueños.
“Posteriormente, su competencia, la imprenta de Eduardo Guerrero fue quien continuó con la producción de este tipo de material, hasta la casa editora Citriun Nueve. Sabemos que ninguna colocó el pie de imprenta en estos materiales por temor a represalias y se producían bajo cierto hermetismo, era un material clandestino, a diferencia de, por ejemplo, los cancioneros.
“Como investigador, esta cuestión es profundamente interesante. Finalmente, estos impresos son una cuestión gráfica que muestra la diversidad de estilos, en los que, incluso, los interesados en el diseño popular mexicano de corte mestizo pueden encontrar una veta importante de estudio, porque eran ilustrados de acuerdo con el estilo de cada taller.
Cano Monroy destacó que el libro está dividido en tres partes y viene con un diccionario breve. La primera parte del libro habla sobre la historia del género. En un segundo momento se presentan los subgéneros, los cuales están divididos en fetiches, oraciones a espíritus chocarreros, a santos católicos y animales (como la oración al sapo, la mano del tejón, al perro prieto o la gallina negra).
“La tercera parte es un diccionario de todos los espíritus que hemos encontrado durante la investigación. Se incluyeron también algunas oraciones que fueron dedicadas a deidades hindúes y budistas”.
Finalmente, su autor aclaró: “Este no es un libro esotérico, sino un estudio que explora la historia de un género gráfico que tuvo mucha popularidad en nuestro país y que fue producido, distribuido y adquirido de manera ‘clandestina’, pero que actualmente ya ha desaparecido. Además, es un libro elaborado para ser de colección, está impreso en risografía, empastado a mano, con hojas de colores que emulan el formato de los impresos originales, y, a pesar de que tienen el mismo contenido, ningún ejemplar es igual”.
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