Por: Armando Ríos Ruiz
El Presidente de México, creador de la espectacular frase “Abrazos, No Balazos” para los delincuentes y de la extraordinaria idea de acusarlos con sus mamacitas para que se porten bien y dejen de asesinar y de cometer los delitos más espeluznantes, acaba de lamentar el ataque a tiros contra cuatro periodistas en Chilpancingo, Guerrero y otro en Apatzingán, Michoacán.
Pero enseguida pronunció palabras que para él deben ser de aliento, en las que envolvió, dentro de su especial y obtuso entender “una buena noticia: se logró la liberación de los periodistas secuestrados en Taxco”. Sólo que el secuestro pudo obedecer a sus denuestos matutinos que alientan a los delincuentes a ejecutar actos para quedar bien con él. Empero, la liberación no obedeció a negociaciones de ningún tipo, sino a la benevolencia de los ejecutores.
De todos los mexicanos es conocido, aunque unos lo critican y otros lo justifican, que las mañaneras son utilizadas para el denuesto. Para la descalificación y para la condena de los que no piensan como él. Obviamente, aquí encajan perfectamente los críticos de sus actos. Los periodistas cuyo quehacer los obliga a observar los desatinos de los políticos. Incluido él. Los que no tienen ningún motivo para aplaudirlos y para enzarzarlos.
Su lamento por este atraque simplemente es otra farsa. Nadie en condiciones normales de inteligencia podría creerlo. Menos hoy que Guerrero ha sido escenario de rechazo a su gobierno y de críticas totalmente justificadas a sus reacciones frente a lo que hoy vive en materia de delincuencia y de ataques despiadados de la naturaleza, que han desnudado el verdadero talante del mandatario, por permanecer prácticamente inalterable y ajeno.
Muchos guerrerenses han reaccionado en contra del Presidente, debido al visible abandono de la entidad, igual que el país entero. Entregada además a un gobierno local y a los ayuntamientos abiertamente tomados de la mano con los criminales. Es imposible ocultar estos hechos con declaraciones paras retrasados mentales, de que gobiernan para el pueblo. Frases construidas para salir del paso, que sólo convencen a los ciegos de mente y de espíritu.
El remedo de país que ha construido a lo largo de cinco años, es el que hoy representan los niños de este suelo suriano que, lejos de pensar en ir a la escuela, hoy están más preocupados por formar parte de los grupos armados en defensa de la delincuencia. Son niños y niñas que apenas logran cargar los rifles, decididos a apresurar su conversión en hombres formales a costa de sus vidas.
Son infantes de 12 años que se han sumado a otros mayores, dispuestos a enfrentar y hasta a morir en los pleitos que tengan que aceptar frente a la poderosa Familia Michoacana, cuya ocupación de territorios guerrerenses fue negociada, al decir de muchos habitantes de este estado dejado de la mano de Dios y hoy en manos de las hordas de asesinos con amparo gubernamental.
Lo representa asimismo, la creciente participación de mujeres en agrupaciones criminales por la búsqueda de dinero y por protegerse de otros crímenes en su contra, ante el olvido total de su gobierno, que ha preferido atender a organizaciones femeninas de otros países que a las que hoy lamentan desapariciones y asesinatos en el seno de sus familias en su propio país.
Angélica Ospina, investigadora de la organización International Crisis Group, afirma que lo anterior “se da entre los 12 y los 15 años. Se trata “de una búsqueda muy importante de pertenencia, de sentirse valoradas. También hay una búsqueda de protección, en un contexto que es muy violento contra las mujeres, en particular las jóvenes, y además de la posibilidad de la venganza, en un escenario donde es muy difícil acceder a la justicia”.
Todo lo anterior no es más que la mínima parte de lo que hoy, como nunca, ocurre en México, dejado prácticamente a su suerte, como cada día lo demuestran sus propios habitantes en todo el territorio nacional convertido en tierra de nadie.
Una entrega de Latitud Megalópolis para Índice Político