Laberintos del Poder
Emilio Trinidad Zaldívar
Durante tres días seguidos el crimen organizado demostró su fuerza. Narcotraficantes y sicarios se llevaron vidas y los titulares de todos los medios. Doblaron al gobierno federal y a esa Cuarta a Transformación que dijo con ellos renacería una nación sin corrupción, sin crisis económica, sin desempleo, sin pobreza, sin impunidad, sin gasolinanazos y sin inseguridad.
Decía el presidente que reconciliaría a México, que tenía que serenarlo para que todo marchara bien, y repartió besos, abrazos, fuchis, guácalas; acusó a los mal portados con sus mamás pero como el crimen organizado no le hace caso ni a sus abuelitas, le respondieron con balazos y le explotó la bomba con mayor violencia que en sexenios anteriores.
Contra la pared y de rodillas, ridiculizados, matones amarraron de pies y manos al Presidente, al secretario de la Defensa, al de Marina, al de Seguridad Pública y luego de amenazas y de probar el calibre su fuerza, las autoridades federales tuvieron que ceder ante el riesgo de mayor matanza. Los narcos dijeron que hacer y se hizo. Ellos ponen balas donde quieren, cuando quieren, y dicen cómo y a qué precio es la guerra.
Fue la rendición del Estado mexicano frente al poderoso narcotráfico.
Dijo López Obrador en su conferencia mañanera del viernes, que antes el país era un cementerio y que con él se acabaron las masacres. ¿Qué es lo hoy hacen los sicarios sino masacrar a policías, soldados y marinos?, porque el país sigue siendo un cementerio y cada vez mayor.
Durante su larga campaña política, el 13 de mayo de 2017, el ahora Presidente citó a Napoleón en un Twitter, para expresar su enojo por la inseguridad que se vivía; escribió entonces Andrés Manuel López Obrador lo siguiente:
Napoleón decía: “Si el crimen y los delitos crecen, es evidencia que la miseria va en aumento y que la sociedad está mal gobernada”. Aplica. Así cerró su tuit.
Hoy, revisando el Código Penal Federal, encontré en el Título Cuarto, Delitos Contra la Seguridad Pública, en su Capítulo I, Evasión de Reos, lo siguiente:
Articulo 150.- Se aplicarán de seis meses a nueve años de prisión al que favoreciere la evasión de algún detenido, procesado o condenado. Si el detenido o procesado estuviese inculpado por delito o delitos contra la salud, a la persona que favoreciere su evasión se le impondrán de siete a quince años de prisión, o bien, en tratándose de la evasión de un condenado, se aumentarán hasta veinte años de prisión.
Si quien propicie la evasión fuese servidor público, se le incrementará la pena en una tercera parte de las penas señaladas en este artículo, según corresponda. Además, será destituido de su empleo y se le inhabilitará para obtener otro durante un periodo de ocho a doce años.
De esto no tengo más que decir que el Presidente está en serio aprieto porque fue él quien ordenó la liberación del hijo del “chapo”, y con ese discurso de que nada al margen de la ley y nadie por encima de la misma, debería estar haciendo sus maletas para dejar las oficinas que ocupa en Palacio Nacional. De lo contrario, su incongruencia y credibilidad no sólo serán brutales sino objeto de total repudio.
Hasta el día de hoy, se ha dedicado a decir cuanta cosa se le ocurre y en los hechos sucede lo contrario. Hay un audio en el que expone -también en una de sus múltiples giras por el interior del país cuando buscaba la Presidencia de la República- que exigía al entonces Ejecutivo federal, Enrique Peña Nieto, regresara de una gira por Francia pues se le había escapado por un túnel el famoso y tan mencionado “chapo” Guzmán.
Decía en ese mensaje López Obrador que Peña Nieto debería regresar para atender el asunto y evitar vergüenzas en el extranjero.
Agregaba que la seguridad estaba terrible, y se pronunciaba por la inmediata renuncia de él y la de todos los integrantes del gabinete de seguridad, empezando por el de Gobernación, de la Defensa, de Marina, del Cisen, todo esto según el audio. Peña no regresó.
Lo curioso, por no decir ridículo, torpe, cínico e incongruente, fue que ahora que sucedieron los enfrentamientos de Culiacán, Sinaloa, el Presidente estaba de gira y tampoco regresó y mucho menos se trasladó a la zona de guerra.
¿Aprenderá a gobernar o seguirá siendo pueblo? Porque lo único que aprendió en 18 años de recorrer el país para criticar las gestiones anteriores, fue a alborotar a las mazas, a llevar acarreados, a decirse austero y republicano, humilde y justo, sencillo y hombre apegado estrictamente a lo que establece la Constitución y las leyes, esa Carta Magna que hoy además de ignorar por desconocerla, la ignora por conveniencia.
México se le desmorona entre las manos. México no merece un Jefe de Estado que, como decía Maquiavelo, en El Príncipe:
“El que tolera el desorden para evitar la guerra, tiene primero el desorden y después la guerra”.
Su gran capital político a menos de un año de gobierno, se le diluye entre sus manos.
Que lastima. Que malo para la nación. Que malo para todos y para los jóvenes y niños que vienen empujando y esperando se le herede un país mejor.
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