Norma Meraz
La afirmación desde el púlpito nacional de que en México se acabaron las masacres es para morderse la lengua.
No hay semana en la que no se registren asesinatos múltiples, cuyo nombre real es masacre, pero para el Presidente Andrés Manuel
López Obrador que repetía sin descanso que en el país ya no había masacres acabó por aceptar que la masacre de la semana pasada en Michoacán no tenía otro nombre.
Y es que el discurso y los hechos en México, no van de la mano.
No debemos desestimar el problema de la violencia estructural que vive el país.
Pero si alguna persona o grupo de ciudadanos manifiesta su inconformidad ante la falta de medicamentos, o bien demandan mayor seguridad por la violencia que viven los pobladores de Michoacán o Zacatecas o Sonora; y protección a los periodistas que son amenazados o masacrados por el hecho de hacer su trabajo; sólo reciben por respuesta “ya se está investigando“.
Nunca hay detenidos por esos crímenes.
Solo una de cada diez denuncias de delito es atendida y esto no tiene otro nombre que “impunidad”.
Aquí a los periodistas, reporteros o comunicadores se les estigmatiza desde el poder político. No saben o no quieren entender que un reportero es el ser inquieto y curioso que no se sienta a ver pasar el tiempo –como la Puerta de Alcalá–, sino es el que corre tras el tiempo en busca de respuestas.
Mexico ocupa lastimosamente, el primer lugar mundial en asesinatos a periodistas en tiempos de paz; ni en los frentes de guerra caen muertos tantos reporteros. Nos han catalogado como el país más peligroso para ejercer el periodismo.
Qué vergüenza y que dolor.
El tiempo es un instante en la vida y ese instante es arrebatado por comunicar la verdad.
Hay que ser valiente, consciente del reto y peligro que implica buscar la verdad para transmitirla a los demás, arriesgando lo más preciado: la vida.
¿Por qué ese odio del Presidente López Obrador hacia el gremio de periodistas? ¿Por qué retratamos la verdad a base de palabras e imágenes que nacen de una realidad que le incomoda?
Cada vez que el Presidente es cuestionado acerca de los montos recaudados por la venta de los cachitos de Lotería para la rifa del avión presidencial y, sobre todo, a donde fue a dar ese dinero, evade la respuesta y toma otro tema, generando cortinas de humo., puros distractores. Ahora dedica mucho tiempo a promover la renta del avión –ya que nunca se ha podido vender y cuesta cada día teniéndolo parado, millones de pesos y/o dólares– por lo que ahora se convirtió en promotor de la renta de dicha nave, para fiestas dé quinceañeras, bautizos, primeras comuniones o bodas. Caprichos y más caprichos que nos han costado a los mexicanos un dineral que bien pudo haberse invertido en la compra de fármacos, rehabilitación de escuelas y hospitales en lugar de construir campos de beisbol sólo porque a él le gusta ese deporte.
Han transcurrido ya tres años desde que prometió muchas cosas, entre estas, la compra consolidada de medicamentos, sin que, a la fecha, existan esos fármacos, lo que ha dejado en el tiempo incontables mexicanos huérfanos.
El discurso político es de triunfalismo, al tiempo que el Presidente López Obrador amaga con desaparecer órganos autónomos que le estorban, como el INE. Por eso le urge la aprobación de su iniciativa de reforma electoral y barrer a los miembros de ese organismo que hoy tacha de obrar con parcialidad; pero ¿cómo no se quejó cuando el INE le garantizó una elección limpia que le valió el triunfo que lo llevó a donde está: a la Presidencia de la República?
Si se trata de rendir cuentas de la entrega de contratos varios, todos por asignación directa, revela la total opacidad, acompañada de ¡una peligrosa centralización del poder!
No calles, habla, grita. ¡El silencio es muerte!
¡Digamos la Verdad!