Segunda parte.
-Victor Roccas
En México, y en el mundo, se ha generado la idea de que las democracias son alternancia y mayoría, lamentablemente esto es una falacia o al menos una verdad a medias, sin lugar a dudas el concepto mismo, la definición etimológica, de democracia es el gobierno del pueblo del griego kratos=gobierno + demos=pueblo, pero aún para los grandes filósofos griegos la democracia era un modelo de gobierno no deseable pues en resumen sufría de un grave problema que el mismo Platón definía como la falta de virtud de los hombres y que Aristóteles consideraba sólo remediable mediante la inclusión de hombres virtuosos en los altos cargos del gobierno pues entre la mayoría no regia virtud. Por tanto es importante entender que en origen la democracia es un modelo perfectible pero hoy estancado y hasta convenientemente deformado tal y como atestiguamos en la reciente evidencia.
Estas elecciones no fueron un acto cívico ni democrático ejemplares, fue una batalla deplorable y sucia entre fanáticos y arrogantes después de la cual ni quienes triunfaron han sabido ganar ni quienes fueron derrotados perder. En conjunto fue una trifulca entre individuos totalmente ajenos a la virtud humana tal y como Platón y Aristoteles advirtieron ya hace cerca de 2,350 años.
Todo el entramado anterior y posterior a las elecciones más cantadas de la historia de México ha sido una burla para ambas partes en conflicto, sus organizadores resultaron ser totalmente inútiles, anuentes, cómplices y beneficiarios ante toda ilegalidad cometida por los participantes y sus líderes, los medios de comunicación, prensa, radio, televisión e internet hicieron eco de tal acontecimiento más como panfletos del circo romano en la antigüedad que como un ejercicio de responsabilidad ciudadana, las casas de apuestas llamadas eufemísticamente casas encuestadoras también participaron e hicieron su agosto. Los organizadores de ambos bandos, que no propuestas, cubrieron con uniformes rosa y guinda a sus respectivos partidarios como único distintivo de identidad, una facción contra otra, un ejercito enfrentando a otro, una refriega en la cual la tropa sólo obedece, no cuestiona, no piensa, arremete y jamás retrocede pues estas guerras se deciden con votos cual munición limitada, quien tenga más munición efectiva ganará. Cada militante un soldado, cada soldado una bala, cada bala un voto, cada descarga un sufragio por que cada voto es patria.
“Los pobres matan a unos, destierran a otros, y reparten por igual con los que quedan el gobierno y las magistraturas, y lo más corriente es que las magistraturas se saquen a la suerte”
Platón, La Republica. 557a pp.190.
Así querido lector los dos bandos, que llamémosles como se han autonombrado; los “fifis” y los “chairos” para diferenciarse y enemistarse desde hace años condenando al pacto social ente el significado bélico de la frase que reza “Divide y vencerás” (adjudicada al emperador romano Julio Cesar hace poco más de 2,100 años), que igual podrían haberse nombrado los “fresas” y los “nacos”, los “weros” y los “prietos”, los “nice” y los “barrio”, asegurando así que la abismal diferencia económica social entre riqueza y pobreza sea remarcada, cincelada, grabada con el fuego de la cólera y la rabia de unos enaltecida, nutrida por la arrogancia y descaro de otros y todo ello solapado, promovido a conveniencia y provecho del poder en turno.
Sorprendentemente los hubo de clase privilegiada que engrosaron las filas de los “chairos” para apoyar a la lucha, a la transformación, a la patria y, por supuesto más importante, a la honra y persona del líder supremo aceptando su nueva doctrina.
Entre los “fifis” la estrategia se hilvano más fino, ellos existen por y para el privilegio lo cual les engaña en la presunción de una mejor información no oficialista (pero no por ello real), e igual cercanía con personajes de intelectos superiores, algunos extraordinarios, individuos que afamados y notorios han sacrificado consciencia y sin embargo representan piezas claves de este otro ejército sin voluntad propia, sin duda las guerras a través de la historia moderna se han ganado más por la estrategia del miedo que por cantidad y potencia de fuego y esta vez se consideraba no sería diferente, después de todo la propaganda era excelente y se resumía en un solo lema, pegajoso, incendiario, histórico incluso; ¡Vienen los comunistas, vienen los comunistas!
Es entonces los dos grupos supuestamente antagónicos en pugna, “fifis”” y “chairos”, fueron reclutados en una ideología extremista, totalitaria, dogmática, los ricos contra los pobres, simple y efectivo, la lucha de clases reducida grotescamente a su mínima expresión, la más vulgar. Una simple idea fácil de inculcar, una premisa de odio, rabia, venganza que no aceptaba revisión y menos corrección, simplemente Juan Pueblo contra el Señorito Hacendado.
De más resulta recordar lo expresado por este escribidor en el artículo que antecede a este, empero para los “fifis” la estratagema resultó un craso error…
Sin embargo existe otro grupo, silencioso o al menos despreciado, marginado y sobre todo ya marcado con la estigma deshonrosa del apátrida, un grupo de personas entre quienes efectivamente el desinterés y fastidio de décadas, sexenio tras sexenio, luchas electorales una tras otra cada vez más banales, más frívolas, mas dispendiosas, incluso tan evidentes que rayaban en lo ridículo y obsceno y por tanto causan asco y desinterés, personas ubicadas entre la madurez y la vejez en su mayoría, individuos que han dejado atrás la frustración y ahora se conforman con la rutina que la supervivencia del día a día les brinda, pero aún así algunos, me incluyo, que mantenemos la brasa de la inconformidad, de esa voluntad que ha despertado la rebeldía e inquietud por conocer los “porqués”, por saber los “comos” y los “cuandos” no solo en la invaluable experiencia de los ancianos, sino también en la literatura, la valiosa, no aquella que adormece u obnubila con distracciones de inconsciente optimismo o propaganda institucional, sino de la literatura histórica y filosófica que en compañía de diarios, noticias, artículos y columnas han conformado un inmejorable portal hacia la consciencia propia y social pero que también abre la cerradura que oculta la peor parte del ser humano representada en la política que se ha enquistado como el cáncer que controla nuestro destino social.
Quienes engrosamos el tercer grupo, el del demonizado abstencionismo, sólo registramos las evidencias desde la óptica diáfana de la ausencia del dogma, de la inmunidad ante la fe y la esperanza, del reconocimiento al reincidente sofisma político, de años y años de desengaño, pero sobre todo la del dolor en el ánimo, en el alma, causado por la realidad mundana, habitual, que transitamos y vivimos cada día en este pinche país inmerso en la impunidad, desigualdad, injusticia, pobreza y todo tipo de carencias, una sociedad quebrantada, dislocada, un rio revuelto de inconsciencia en donde millones de peces atribulados son presa de abominables pescadores oportunistas.
Pero lo más relevante es que justamente este tercer grupo ha sido y somos quienes nos hemos creado, procurado, un pensamiento libre y por tanto una voluntad independiente alterna a la voluntad inducida o la voluntad secuestrada que tanto celebran los patriotas, somos no pocos millones que por desinterés, hartazgo o consciencia no creemos ni el la paz de los sepulcros y mucho menos en las promesas del político y los partidos. Un ejercito escéptico, totalmente inservible, pasivo hasta hoy para el sistema pues quien no se puede educar no se puede manipular, por tanto somos una pieza formidable pero inútil para cualquier poder centralizado, tan inútil e inservible que se nos define como ausentes del latín “absentis”= que está lejano “ab”=separado + “esse”= ser, estar + “-nte”= el que realiza la acción.
Es por eso que desde todo poder jerárquico a nosotros, los llamados “abstencionistas”, se nos considera “renunciantes” a su pacto social de privilegios, “desertores” del sistema de ¿Libertad? que nos obliga a participar y por tanto cobardes malagradecidos que parasitamos del supuesto bienestar glorioso y patriótico con el que somos honrados gracias a una democracia, imperfecta si, pero democracia que no se cansan de alabar, tanto así que hay quienes expresan que los abstencionistas preferimos apoltronarnos en nuestros sillones hasta ahogarnos en nuestro propio vómito, olvidando convenientemente o escurriendo el bulto al no mencionar que la abstención es bien reconocida y garantizada entre el ejercicio legislativo, judicial y ejecutivo como admirable neutralidad, resguardo a la imparcialidad o tácito rechazo, pero en el ciudadano común, en aquel peón que solo debe obedecer los lineamientos y deseos del poder, abstenerse es un casi crimen en contra de la sociedad y la democracia, ¡Cuanta hipocresía se blande entre los sofistas, mercenarios e inquisidores de la democracia encaramados, satisfechos, fatuos, relamiéndose los bigotes en su propia egolatría por ser los adalides de la nación y cancerberos de la libertad de una democracia imperfecta, la democracia de la mayoría sin virtud, la democracia del privilegio, la democracia que obliga, su democracia, la democracia tiránica!
De esa manera es cuando la ideología democrática se vuelve aún más siniestra pues además de desorbitar una ya “democracia imperfecta”, se agrava con el concepto de mayoría, un concepto erosionado en si mismo por la ignorancia de muchos traducida en fanatismo y eventualmente en lo que algunos pensadores extraordinarios como Friederich Nietzsche describían acertadamente como una ilegalidad en el mismo sistema pues rompe con el principio del bien común ante el peso de una mayoría sin virtud, y aún más calamitoso, quebrantando los principios fundamentales de la democracia; justicia, libertad, igualdad, voluntad y consciencia social.
Por ello este sistema “democrático imperfecto o de las mayorías sin virtud” adoctrina a sus serviles súbditos y heraldos para ser fiscales de la voluntad y promotores del sufragio como derecho y obligación antes que responsabilidad siempre en aras de la democracia como el fin único, individuos en si mismos habilitados o mercenarios, repito, que se dedican a inducir la voluntad y facilitar la permanencia del poder en manos de una sola casta tan carente de virtud como ellos mismos, esta aseveración no es novedosa, el mismo Nietzsche la describió así;
“232. La locura del Estado.- El amor casi religioso a la persona del rey se transformó entre los griegos, cuando acabó la monarquía, en amor a la polis. Una idea inspira más amor que una persona, sobre todo, causa menos decepciones al que ama (pues cuanto más amados se sienten los hombres menos justos son, hasta que, por lo general, por no ser dignos de amor se produce un corte de la relación). De ahí que la veneración por la polis y por el estado fuera más grande de lo que antes había sido la veneración por los príncipes. Los griegos son los locos por el estado de la historia antigua; en la historia moderna lo son otros pueblos.”
-El viajero y su sombra.
Fiedrich Nietzsche, 1880.
Abstenerse entonces no sólo es renunciar, claudicar y muchísimo menos “rascarse el ombligo o apoltronarse en un sillón cómodamente”, abstenerse es privar al poder de su fuerza ilimitada, es invalidar el embate de las hordas enardecidas disfrazadas de mayorías responsables y conscientes, es renunciar a la verdad a cambio de abrazar la realidad, es abandonar el dogma del amor a una sola idea, al mensaje que enmascara hombre injustos, es sacrificar la validación de la estúpida opinión pública a cambio de una propia dignidad individual, es privar a la inconsciencia social de más razones absurdas, es inhibir el dominio ajeno sobre la voluntad propia.
Finalmente la abstención es la reacción natural, lógica que se opone a las democracias imperfectas y a las mayorías sin virtud ni voluntad que rompen el contrato social del bienestar común, si las naciones fueran organismos enfermos de democracias imperfectas la abstención sería la primera linea de defensa y reacción del sistema inmunitario para resistir la infección de una mayoría patógena.
-V.Roccas.