Luis Farías Mackey
Implacables, sordos, ciegos, ensoberbecidos avanzan destruyendo todo a su paso y lo festinan como gran logro. Confunden las cenizas de su obra con oro refulgente y a la oscura sangre que cubre nuestro patrio horizonte la asemejan amanecer.
Tarde se enteran que los tiempos no dan, que la lógica no resiste, que los costos son mayores, que muy pocos los secundan y que ya ni ellos se toman en serio. Pero nada importa cuando se trae a México de las orejas.
No hay orden ni concierto, tampoco lo buscan, les basta la rabia.
De su caja de Pandora surgen errores del tamaño de una catedral, olvidos oceánicos e imprevistos imperecederos, pero qué son frente a la infalibilidad constitucional que se otorgaron.
Todo cruje, pero entre sus fanfarrias y “fanfañoradas” nada escuchan. Propios y ajenos les alertan del filo del abismo, pero ya no dudan de poder caminar por los aíres.
Se “cesarean” entre sí y se aplauden por respirar; creen rehacer el génesis y consumar la parusía. Pero no hay buen viento para quien no sabe a dónde va, ni camino sin destino.