Iniciamos éste 2020, bajo el agobio de dos conductas deleznables: La corrupción y la inseguridad. Si dentro de este universo de trastocación de valores éticos y morales en que vivimos, se me permite la osadía de definir la figura jurídica de la corrupción, bien podría decirse que ésta, “es la acción o efecto de corromper”.
Así ha acontecido desde hace mucho tiempo, sobre todo desde la época de cacicazgo, cuándo aquél Sr. de San Luis Potosí, Don Gonzalo N. Santos con su irrefrenable y cínico ingenio, formuló el conocido apotegma: “La moral es un árbol que da moras”. Palabras de escalofriante realismo en los inicios del segundo año de ésta cuarta transformación.
Hemos visto que a consecuencia del juicio del Chapo Guzmán en una Corte Federal de Estados Unidos, se ha sabido (lo que en México ya se sabía y no se admitía), que no sólo el Jefe de la Policía Federal, sino incluso el Procurador General de la República Ignacio Morales Lechuga, se encuentran inmiscuidos en la industria de la protección del narco. En la narcopolítica.
Ello sin considerar a otros altos mandos policiacos; por tanto, no resulta del todo improbable, como lo han venido sosteniendo diversos analistas políticos, entre los que destaca Don Francisco Rodríguez, que el gran problema de la inseguridad deriva de la corrupción en el ámbito jurídico policiaco. El Fiscal General de la República tiene un enorme trecho que recorrer para tratar de limpiar una pestilente cloaca que actualmente se encuentra bajo su mando directo.
Mientras no se acuse o procese a esos narcopolíticos entre los que sobresale Ignacio Morales Lechuga, principalísimo solapador de las criminales acciones de la mafia del narcotráfico, de ahora y de ayer, México no recuperará la credibilidad. En éste segundo año de gobierno de Andrés Manuel López Obrador, se impone una limpia a fondo y en serio en contra de ese flagelo que daña a nuestra Nación.
No se vale dispensa alguna, ni abrazos, ni impunidad.
El Primer Magistrado de la República, debe ser hoy más que nunca, implacable contra todos aquellos –amigos o no- que permitieron en el desempeño de sus funciones que proliferara y se afianzara el cáncer de la corrupción en el ámbito de procuración de justicia.
No resulta propicio que por simples influencias o dinero, se olviden y pisoteen los principios torales que a pesar de todo todavía sustenta nuestro muy debilitado Estado de Derecho.
La corrupción genera IPSO FACTO violencia e inseguridad, la cuál a últimas fechas ocupa las ocho columnas de los diarios y desde luego ha enlutado a México.
Todo ello nos lleva a concluir que el Sr. Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Don Andrés Manuel López Obrador no debe permitir, desde ya, que se enseñoree la violencia en todos los confines de la Patria. La fuerza y la voluntad política de ésta Cuarta Transformación, debe de ser el ariete y catapulta contra los estigmas del fenómeno de la narcopolítica. Tema del 2020, que se antoja vigorizado en las caducas estructuras de la Fiscalía General de la República, cuya titularidad recae en Alejandro Gertz Manero.
Mientras no exista Justicia. Mientras no se aplique e interprete de manera estricta y correcta la ley y se siga condenando a inocentes. Mientras los peores elementos sigan siendo nombrados como Agentes del Ministerio Público, Fiscales, Jueces y Magistrados. Mientras nuestros funcionarios de procuración e impartición de justicia se sigan coludiendo y formando alianzas con la delincuencia. Mientras no se reconozcan públicamente a los verdaderos togados aptos para realizar el cambio que requiere ésta Cuarta Transformación.
Si alguna o todas esas premisas se dieran, se podría avizorar un promisorio futuro para la justicia y sólo así la corrupción y la inseguridad podría ser combatida, por ello se requiere una jerarquía moral indispensable para sostener un combate con la razón y el derecho, donde no tendría cabida ni oportunismo político ni trastocación de valores.
La Abogacía Independiente de la República no se encuentra en sueño, los débiles destellos de justicia en estos momentos, la impulsan para seguir combatiendo desde su atalaya de observación, las inmensas aspas de un molino cada vez más difícil de atacar.
El juicio del Chapo Guzmán en Nueva York, permite suponer el inicio de acciones contundentes y espectaculares contra de la narcopolítica que nunca antes se había iniciado, no obstante las grandes desgracias que ha padecido México por ello.