En la agitación de ésta Cuarta Transformación de la República, en la confronta de opiniones, intereses y pensamientos que conmueven intensamente a nuestra Patria, las redes sociales en la actualidad tienen una poderosa representación, dado que encarnan el sentimiento y la opinión de los gobernados.
No me refiero ciertamente a esas redes sociales pagadas con chayotes que atacan sin piedad a hombres con honra y que reciben desde un rincón del presupuesto nacional ciertos pagos, para que esas redes escriban, difundan y distribuyan sus emponzoñados conceptos sobre las conciencias de los mexicanos, para tratar de convencerlos de algo, de lo que sea.
Me dirijo a aquellas redes sociales, las cuales son muchas, que son y resultan ser independientes con ética, veracidad, calidad moral, que sabe hacer oír su voz cuando de justicia se trata, por encima de aquellos que reciben subvenciones con los cuales pretenden ocupar la atención espíritus libres, me dirijo a las redes sociales libres que no sólo conservan íntegra su libertad económica sino que rechazan el insulto grotesco de percibir monedas para corromper su espíritu y publicar lo que ciertos intereses obscuros quieren.
Ignoro que raro código de moral, que estúpido consejo guía las ideas de esas redes sociales que se dedican a pregonar y exaltar que en México se vive una justicia transparente, al decir que nosotros los abogados penalistas solo libramos batallas contra la justicia que busca la Fiscalía General de la República. Tamaña estupidez sólo tiene cabida en espíritus desventurados, que piensan que la ley es aplicada a cabalidad en todas sus investigaciones, incluyendo el caso Lozoya.
Existe a caso en nuestro querido México un ser, y en esto incluyo a Don Andrés Manuel, que serena y conscientemente pueda erigirse un juez de la Nación. Mexicanos: La vida jurídica es variable y complicada a la vez; los procesos, las más de las veces, son densamente tenebrosos para que al pronunciarse la palabra decisiva en esa causa criminal se siente la inquietud de un yerro que puede causar una injusticia, un mal injusto, pues como es bien sabido las facultades de los humanos son falibles y los hondos misterios de lo publicado en redes sociales son insondeables.
Para eso existimos y vivimos los defensores para que los jueces que empañan nuestros códigos no causen perjuicios inmerecidos ni por ignorancia, ni por actos de corrupción, de los que muchos son amantes. Por fortuna en nuestro sagrado suelo los delincuentes más temibles, encuentran una voz de defensa para que los represente y patrocine en la palestra de la ley, por ello no caminan abandonados, no importando los gritos estridentes de la Fiscalía General de la República para que se despoje a los mexicanos que delinquen de sus derechos y que se condene al costo que sea, aún el de infringir la ley a aquellos a los que acusa.
La institución de la defensa en éste México de siempre tiene un altísimo e importantísimo papel. Todos los abogados penalistas, jóvenes o viejos, sabemos, entendemos y comprendemos que no existen palabras con las cuales mostrar a las redes sociales el dolor de aquellos que imploran consuelo y justicia desde el rincón más obscuro de sus celdas, justicia porque no han perpetrado como lo pregona la fiscalía el hecho que aquella les imputa.
Cabe el honor a los defensores penales, de protestar en contra de aquellas actitudes deshonrosas que asumen los órganos de acusación, los cuales fijan sus acusaciones en contra de la propia justicia que deben de procurar, es por ello y por lo mismo que las redes sociales deben de asumir un verdadero pilar a fin de que en México se conozca la verdad de la justicia.
LIC. ALBERTO WOOLRICH ORTÍZ
Presidente de la Academia de Derecho
Penal del Colegio de Abogados de México, A.C..