* La decisión es de los electores. Con su voto se hermanan en una corresponsabilidad política, porque hasta hoy son incapaces de hacer crecer la organización y la voz de la sociedad civil, para exigir transparencia, obligar a los “representantes populares” a que cumplan con su función, y se atrevan a quitar no una coma, sino párrafos completos a las barrabasadas propuestas por su santo patrono, Andrés Manuel López Obrador
Gregorio Ortega Molina
La única manera de anticipar el resultado de la elección presidencial, es estar en la cabeza de Andrés Manuel López Obrador, presidente constitucional mexicano, aunque incumpla su mandato. Sólo él sabe de la estrategia que desarrolla -legal e ilegal- para conservar el poder.
Si ya declaró que el rescate de Acapulco no tiene techo en los requerimientos económicos, lo mismo sucede con la contienda electoral. Es difícilmente probable, pero posible, que Claudia Sheinbaum se levante con el triunfo, apoyada en esa clase de dinero que no se ve, pero se siente, y cómo, nomás pregunten a las instituciones públicas y privadas dedicadas a la información, la publicidad, las encuestas y la compra de votos y de opinión de los más preclaros próceres del periodismo de análisis. Puede constatarse el aserto en Los corruptores, novela de Jorge Zepeda Patterson en la que desmenuza esa especial relación entre los periodistas y los políticos, que él tan bien conoce.
Que el anhelo lopezobradorista se frustre, depende de los mexicanos en la responsabilidad electoral y en la corresponsabilidad política, iniciada con el cambio de conceptos básicos, pues el poder presidencial nunca ha sido la fuente primigenia de la verdad, aunque sí piedra de toque de corrupción e impunidad.
La voz del presidente de la República no es confiable, como tampoco la de los candidatos. Confundimos, hace mucho, propaganda política con información, proyecto con promesa, y realidad con “otros datos”. Hemos enajenado nuestra voluntad al lejano cumplimiento de lo que nunca será, y a ese dinero de los programas sociales que, en estricto sentido, equivale a que los beneficiarios sacan dinero de su bolsa derecha, para pasarlo a la izquierda, debido a que es con los recursos fiscales que pagan empresarios, obreros campesinos, y todos los que adquirimos un bien o servicio, pues el IVA es el impuesto que supuestamente nos iguala, pero no hay tal.
La decisión es de los electores. Con su voto se hermanan en una corresponsabilidad política, porque hasta hoy son incapaces de hacer crecer la organización y la voz de la sociedad civil, para exigir transparencia, obligar a los “representantes populares” a que cumplan con su función, y se atrevan a quitar no una coma, sino párrafos completos a las barrabasadas propuestas por su santo patrono, Andrés Manuel López Obrador.
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Por razones de higiene mental y para meditar sobre el futuro, tomo unos días y regreso con los amigos y lectores el 8 de enero de 2024. ¡Feliz año electoral!
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