* Grupo México es legendario en el país y en América. Los daños causados a la naturaleza por el <<descuido>> de los derrames u otras accidentes, repercuten en la salud de los mexicanos, y ni siquiera se atreven a cobrarle impuestos como debe ser. Es industria extractiva, sí, también del futuro de los que aquí vivimos
Gregorio Ortega Molina
Cuando se critica la corrupción, todos dan por hecho que ésta es gubernamental, que los burócratas de medio pelo, los directores generales y los subsecretarios, los oficiales mayores y los encargados de los despachos, han sido los artífices de tan nefasto mal, mientras los responsables de la procuración de justicia y los jueces se han convertido en garantes de la impunidad.
Nada más feo que generalizar. La corrupción no es únicamente pecuniaria, y para que esa actitud funcione como correa de transmisión en el ejercicio del poder, es imprescindible la existencia de la contraparte: el corruptor. Efectivamente es un comportamiento cultural, cuya manifestación cotidiana es como Jano: siempre con dos caras.
Lo cierto es que muchos de los empresarios también están podridos. Según el Centro de Análisis e Investigación Fundar, la mayoría de las empresas mineras y de hidrocarburos que operan en México carecen de políticas de transparencia sobre sus beneficiarios, generan graves afectaciones sociales y medioambientales, y pagan una cantidad casi inexistente de impuestos, en comparación con el dinero que se llevan.
Fundar presentó un informe sobre Las actividades extractivas en México: estado actual 2016, del que se desprende, en primer lugar, que la participación de algunas empresas trasnacionales despierta preocupación, debido a sus historiales de corrupción, violaciones a los derechos humanos y degradación ambiental.
El estudio indica que tanto la minería como la extracción de hidrocarburos reciben trato de privilegio en las leyes mexicanas -porque por alguna extraña razón y de seguro como protección a Pemex cuando fue la joya de la corona- son consideradas actividades de utilidad pública, lo cual las pone por encima de otras labores económicas o sociales, e incluso del respeto a la naturaleza y los derechos humanos.
Así, “los beneficios privados se hacen a costa de las poblaciones, los ecosistemas, el clima y el futuro de México, en un contexto donde, además, el Estado le apuesta a la extracción de gas y petróleo no convencional (…) a través de la peligrosa técnica de la fractura hidráulica” o fracking.
Fundar revela que la minería únicamente significó 0.32 por ciento de los ingresos del gobierno federal en 2016, a pesar de la inclusión de nuevos impuestos en la reforma hacendaria de 2013. En tanto, la explotación de hidrocarburos representó 5.3 por ciento del producto interno bruto (PIB) del año pasado.
Las mineras canadienses son un gran negocio. Grupo México es legendario en el país y en América. Los daños causados a la naturaleza por el <<descuido>> de los derrames u otras accidentes, repercuten en la salud de los mexicanos, y ni siquiera se atreven a cobrarles impuestos como debe ser. Es industria extractiva, sí, también del futuro de los que aquí vivimos.
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