* Al gran líder le resultaron más importantes y trascendentes sus obras insignia de “seguridad nacional”, que la vida de sus gobernados. Así de simple
Gregorio Ortega Molina
¿Por qué la reticencia a vacunar contra la pandemia a los menores de entre cinco y 12 años? ¿Debía desaparecer el seguro popular? ¿Dónde están exhibidos y sancionados los pecados de los distribuidores de medicinas? ¿Y los de los laboratorios que las producían? ¿En qué cabeza cabe que los niños con cáncer debían ser los “paganos” de la soberbia del sabio líder de la 4T?
Como ahora todo lo que sucede en la más íntima de las intimidades de la familia imperial es considerado de seguridad nacional, cómo saber si el hijo menor del tlatoani ya fue vacunado en las tres dosis que todos los mortales y súbditos de esta nación merecemos, salvo esos niños menores a los que se les niega su función esencial: dejan de ser el futuro de México, y si en el camino fallecen, allá ellos, quién les mandó ser menores de 12 años cuando el destino los alcanzó y truncó su vida.
En algún dislate proporcional a su soberbia y sueños de grandeza, nos fue ofertado un sistema de salud similar, al menos, al de Dinamarca, pero eso no fue posible, puesto que antes de preservar el derecho constitucional de sus gobernados a la vida digna y sana, los presupuestos debieron dirigirse a esas obras insignia declaradas “de seguridad nacional”, porque la trascendencia e inmortalidad de quien las concibió está por encima de su mandato marcado en la Constitución. Su trascendencia histórica por encima de la vida de los ciudadanos, que lo mismo desaparecen en las fosas clandestinas, que desaparecieron en los pasillos de los nosocomios cuando se vieron sobrepasados por tanto enfermo a punto de fallecer, y sí, murieron muchos… de acuerdo a las cifras de excedencia de muertes, juntamos más de medio millón de cadáveres, sin sumar aquellos que son producto de la violencia de una incontenible inseguridad pública.
¿Cuál es la falta, el pecado, de esos padres que suplican que sus hijos de entre cinco y 12 años sean vacunados contra el Covid-19 y sus variantes, pero cuyo clamor topa con los oídos sordos del tótem de Palacio Nacional y su valedor, Hugo López Gatell?
La conclusión resulta ineludible, al gran líder le resultaron más importantes y trascendentes sus obras insignia de “seguridad nacional”, que la vida de sus gobernados. Así de simple.
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