* AMLO no puede detenerse ni contenerse. Aseguró no estar interesado en el cargo, porque es un líder social y el nombre de su organización política así lo indica: Movimiento de Regeneración Nacional. Si se detiene, la primera víctima de ese tigre suelto será él, porque como me repetía mi abuela Cleofás: “mi’jito, el movimiento se demuestra andando”
Gregorio Ortega Molina
Azorado estoy del rumor que corre en columnas políticas, redes sociales, de boca a oído: el elector mexicano no ha sido manumitido en la capacidad de expresar por él mismo su voluntad en las urnas, y gracias a la genial conspiración de Carlos Salinas de Gortari y EPN, le fue impuesta la necesidad de llevar al poder a AMLO.
Empeñarse en inducir ese mito es grave, porque evita que los gobernados y los que dicen mangonear vean con claridad que el tigre está despierto, al acecho, con los ojos amarillos apenas cubiertos por los párpados, los músculos de los cuartos traseros tensos, dispuestos a impulsarlo sobre su presa.
AMLO lo intuye pero no adquiere la certeza por permanecer embelesado en su triunfo, de allí que aproveche la prórroga política y cívica que la regala el electorado que lo condujo a la silla del águila, para continuar hablando de lo que carece la seguridad de llevar a buen término. En un momento el enredo de tanta oferta ha de llegar a su fin, para que la justicia que se anhela tome el lugar de las promesas regaladas con anuncio de su incumplimiento incluido.
¿Comisiones de la verdad para aclarar tanto grave crimen? ¿Paz sin balas? ¿Refinerías remodeladas y actualizadas tecnológicamente, y dos nuevas? ¿Comisión para estudiar la amnistía?
Mientras no le tercien la banda presidencial sobre el pecho, la palabra del candidato triunfante está lejos de adquirir el nivel de compromiso, muy lejos también de ser una orden, y más distante aún de ser el principio del cambio que se anhela. El asunto adquiere tintes bíblicos; en una paráfrasis puede afirmarse: el electorado, la pejefilia, no viven sólo de las promesas ofertadas por AMLO, porque saben que han de dar cumplimiento a algunas de las dadas como prontas realidades durante la campaña, para legitimarse y adquirir tiempo.
Los agravios infligidos a la población son graves, la corrupción y la impunidad rompieron todo límite, las muertes, desapariciones, secuestros y víctimas de trata y múltiples abusos desde el poder, no deben ya incrementarse, a riesgo de que el tigre, despertado durante el último 1° de julio, deje de estar al acecho para pasar a la acción.
AMLO no puede detenerse ni contenerse. Aseguró no estar interesado en el cargo, porque es un líder social y el nombre de su organización política así lo indica: Movimiento de Regeneración Nacional. Si se detiene, la primera víctima de ese tigre suelto será él, porque como me repetía mi abuela Cleofás: “mi’jito, el movimiento se demuestra andando”, lo que me lleva al final del chiste sobre la resurrección de Lázaro: “y andó”.
¡Cuidado! Los mexicanos dejaron de ser menores de edad. Lo demuestran las organizaciones comunitarias y vecinales, las no gubernamentales; la manera en que actúa y se mueve la delincuencia organizada, y el “modito” en que AMLO llegó al poder. ¿Conspiración? No, una avasallante realidad que despertó al tigre, a ver cómo lo contienen.
Que mi apreciación puede estar totalmente equivocada, es cierto, pero allí está la muestra del perfil socio-económico de los electores que le dieron el triunfo. Jóvenes, universitarios, profesionistas que anhelan que su futuro sea otro que el prefigurado por el neoliberalismo y la globalización.
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