* Me queda la sensación de que en asuntos de gobernanza y poder, de lo que no está enterado Andrés Manuel López Obrador no debe saberlo nadie, y si por error alguien conoce de algún suceso antes que el patrón, pues hacerse el que la Virgen le habla
Gregorio Ortega Molina
En la conversión sostenida entre Alejandro Gertz Manero, entonces secretario de Seguridad Pública federal, y los cuatro integrantes del sistema de noticias de TV Azteca, lo escuchamos decirnos que existía una pequeña zona del norte de la república donde las policías no entraban. No especificó ni tamaño ni entidad. Poco después deduje que esa área se encuentra entre Reynosa y Tampico.
Lo anterior ocurrió hace 17 años, y la violencia en México crece en lugar de disminuir. El número de desaparecidos aumenta. Pensé, en algún momento de ingenuidad y desinformación, que el episodio de los narco-satánicos rebasaba toda crueldad, pero desde el sexenio de Miguel de la Madrid al actual, la percepción de lo indescriptible ha variado. Nunca consideré que podría vivir en una nación con gobiernos débiles, y que el sexenio de la regeneración nacional bailara la giga de la duda en todos los tonos, pues con los últimos desaparecidos en San Fernando, Tamaulipas, tardaron en ponerse de acuerdo sobre el número, y del modito con el que proceden los delincuentes que se los llevan, ya ni hablamos.
El asunto a lo peor es tema de Un mundo nos vigila, en el que Pedro Ferriz Santacruz se empeñaba en explicarnos lo que no tiene explicación; o quizá es del resorte de Jaime Maussan. De cualquier manera, ¿cómo asimilar que El triángulo de las Bermudas se haya trasladado a territorio nacional y ahora sea conocido como Triángulo de San Fernando? Allí algo ocurre, pues seres humanos desaparecen, y la responsabilidad del gobierno no es menor porque sean identificados como migrantes.
El hecho de lo ocurrido durante el fin de semana iniciado el 8 de marzo es grave, porque muestra el talante con el que se maneja el titular del Ejecutivo. Ni tarda ni perezosa Olga Sánchez Cordero, capitoste de Segob, hizo público que el señor presidente constitucional había sido informado; Alfonso Durazo dio unas cifras y parecía desconocer de un segundo grupo secuestrado. El único que al parecer era propietario de toda la información de lo ocurrido, fue el subsecretario Alejandro Encinas.
Me queda la sensación de que en asuntos de gobernanza y poder, de lo que no está enterado Andrés Manuel López Obrador no debe saberlo nadie, y si por error alguien conoce de algún suceso antes que el patrón, pues hacerse el que la Virgen le habla.
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