*El problema es que todos saben, desde entonces, que el dinero sin la caña de pescar, sin la capacitación para el trabajo, sin la justicia por encima de las necesidades políticas, sólo es un placebo. Alivia, pero no sana
Gregorio Ortega Molina
¿Dónde quedó el proyecto de nación que propusieron para México? Agustín de Iturbide se fue como una exhalación… duró más el segundo intento de establecer un Imperio en estas tierras, pero a fin de cuentas fue sepultado en el Cerro de las Campanas, el 19 de junio de 1867. Maximiliano de Habsburgo debió quedarse en Miramar.
La mutilación del territorio nacional ocurrió porque los “libertadores” de este país se mostraron incapaces de darle forma y establecer la República. Quizá las consecuencias de la invasión francesa y la presencia del Emperador propiciaron esa unión nacional que facilitó la consolidación e intento de dar cumplimiento a la Constitución de 1857. Sin embargo, los levantamientos no cesaron, sino con la dictadura de Porfirio Díaz. Fortalecieron la idea de patria, pero no el ejercicio de la democracia.
Se requirió de una Revolución para que los mexicanos intentaran conciliar el cumplimiento del mandato constitucional de 1917 con la idea de democracia. Pero el camino no ha sido fácil. Felipe Ángeles, más en el concepto de la dramaturgia de Elena Garro que en el de la realidad asentada en la historia, nos muestra que los propósitos de mujeres y hombres en este México nuestro, son más un ideal, una utopía, que el recto camino que debimos seguir para consolidar un proyecto de nación y la madurez de la participación política de todas y todos los que nos sentimos mexicanos.
Ahí está el diálogo del primer acto de la obra de Elena Garro:
Diéguez.- A veces el rostro de la justicia es aterrador… pero no es mi propósito discutir con señoras. ¿En qué puedo servirlas? No entiendo lo que me piden.
Señora Revilla.- Pedimos un juicio legal. Tiempo, defensores, o bien suspensión del juicio, ya que este ha sido declarado ilegal por la Justicia de la Unión.
Diéguez.- No está en mis manos satisfacer sus deseos, señoras.
Señora Galván.- Pero sí está en sus manos formar un tribunal compuesto por generales adictos al régimen.
Señora Seijas.- ¡Y esta prisa por anunciar la traición del general Ángeles! Se diría que están ustedes llenos de miedo.
Diéguez.- Vivimos en un tiempo que va más de prisa que nosotros, señora. El gobierno no puede gastar muchos días en el caso de un general traidor a la Revolución.
Ya ustedes, lectores, podrán decidir si la administración de justicia ha variado desde entonces. Hoy es identificada con el criterio de oportunidad.
La otra vertiente literaria del proyecto de nación está en El gesticulador, donde Rodolfo Usigli ofrece, desde el primer acto, la verdad que nos hemos negado a aceptar:
Profesor César Rubio.- Todos se quejan, hasta tú. Tú misma me crees un fracaso, ¿verdad?
Elena.- No digas eso.
Profesor César Rubio.- Mira las caras de tus hijos: ellos están enteramente de acuerdo con mi fracaso. Me consideran como un muerto. Y, sin embargo, no hay un solo hombre en México que sepa todo lo que yo sé de la Revolución. Ahora se convencerán de la escuela, cuando mis sucesores demuestren su ignorancia.
Miguel.- ¿Y de qué te ha servido saberlo? Hubiera sido mejor que supieras menos de revolución, como los generales, y fueras general. Así no hubiéramos tenido que venir aquí.
Julia.- Así tendríamos dinero.
Este personaje sabe de lo que habla, como también lo entienden nuestros gobernantes de hoy, de ahí la multiplicidad y los montos de los programas sociales. El problema es que todos están enterados, desde entonces, que el dinero sin la caña de pescar, sin la capacitación para el trabajo, sin la justicia por encima de las necesidades políticas, sólo es un placebo. Alivia, pero no sana.
www.gregorioortega.blog
@OrtegaGregorio