* Hay más incógnitas a resolver que lecciones aprendidas sobre esta pandemia. Pero ni siquiera nos preocupamos por el reordenamiento doméstico, por las consecuencias de la globalidad de los asuntos humanos y la manera en que destruimos la casa común llamada tierra. Es posible que el cambio climático favorezca otras pandemias
Gregorio Ortega Molina
¿Qué saben los científicos acerca del Covid-19? ¿Cuántas mutaciones sufrirá el “bicho” antes de ceder, y permitir que la humanidad recupere el aliento y la confianza en ella misma? ¿Qué se necesita para que ceda y pueda erradicarse, si algún día llegamos a ese punto?
¿Cuántas pandemias han segado la vida de millones de personas y animales antes de ser contenidas o desaparecer por ellas mismas? ¿Qué contuvo la peste negra, la viruela que arrasó a nuestros habitantes originales? ¿Cómo se ha podido contener geográficamente el ébola?
Allí está la historia de nuestra medicina, el recuento de las desgracias y los errores humanos. ¿Qué lección nos dejó la “gripe española”, que nos permitió vivir antes del descubrimiento de los antibióticos? La enciclopedia cibernética indica: “La pandemia de gripe de 1918, también conocida como gripe española o trancazo, fue una pandemia causada por un brote del virus de la gripe tipo A, subtipo H1N1. A diferencia de otras epidemias de gripe que afectan principalmente a niños y ancianos, sus víctimas fueron también jóvenes y adultos con buena salud, y también animales, entre ellos perros y gatos. Se considera una de las pandemias más devastadoras de la historia humana, ya que en solo un año acabó con la vida de entre 20 y 40 millones de personas. Esta cifra de muertos, que incluía una alta mortalidad infantil, se considera uno de los ejemplos de crisis de mortalidad.
“La enfermedad fue notificada por primera vez el 4 de marzo de 1918, en Fort Riley (Kansas, Estados Unidos), aunque ya en el otoño de 1917 se había producido una primera oleada heraldo en al menos catorce campamentos militares. Tradicionalmente se ha localizado al paciente cero en Estados Unidos, concretamente en el Condado de Haskell, en abril de 1918, y en algún momento del verano de ese mismo año este virus sufrió una mutación o grupo de mutaciones que lo transformó en un agente infeccioso letal. El primer caso confirmado de la mutación se dio el 22 de agosto de 1918 en Brest, el puerto francés por el que entraba la mitad de las tropas estadounidenses aliadas en la Primera Guerra Mundial”.
Allí está la lección. Se movió junto con las acciones bélicas. ¿Qué disemina al Covid-19? ¿Fue establecido el origen? ¿Incide el cambio climático? En El País -no recuerdo la fecha- leí la explicación de una científica acerca de la posibilidad de que hubiese quedado liberado por el deshielo de los glaciares, y ahora somos víctimas de la industrialización, la codicia, la plusvalía y toda actividad “civilizatoria” que incide en la transformación del orden natural que había prevalecido en la tierra como consecuencia de las glaciaciones.
Hay más incógnitas a resolver que lecciones aprendidas sobre esta pandemia. Pero ni siquiera nos preocupamos por el reordenamiento doméstico, por las consecuencias de la globalidad de los asuntos humanos y la manera en que destruimos la casa común llamada tierra. Es posible que el cambio climático favorezca otras pandemias.
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