* En la situación en la que se encuentra México, el perdón adquiere el nivel de una patente de impunidad
Gregorio Ortega Molina
Fue el 20 de enero último cuando el Estado, su institución de procuración de justicia, inició el regreso a la normalidad, después de cinco años de haber sido aprobada la reforma legal que la transformó de Procuraduría en Fiscalía, y sólo ahora se obtuvieron los consensos políticos necesarios para dar a Alejandro Gertz Manero la oportunidad de su vida.
¿Por qué ahora sí, y durante un lustro no? ¿Empecinamiento de las oposiciones o ausencia de habilidad política? ¿A qué se debe que Ricardo Monreal lo resolvió a la primera, y Emilio Gamboa falló en todas y no entregó buenas cuentas a la sociedad ni a EPN? Sencillo, Gamboa todo lo resolvía con dinero o con el peso del poder; Monreal se sirve del diálogo.
Pero refirámonos al afortunado ¿o desafortunado? primer Fiscal General. Lo traté gracias a Octavio Campos, y en mi primera conversación con el señor Gertz Manero vine a descubrir que joven conoció y trató a mi padre. Lo acercaron a él desde ese grupo liderado por Álvaro González Mariscal.
Partamos de un hecho insólito para el ámbito en que se mueve. Alejandro Gertz Manero dista mucho de ser un policía, un mastín de la procuración de justicia. Es un hombre de leyes, sí, pero sobre todo un hombre de cultura y de fortuna, refinado en el trato y cuidadoso del lenguaje. Ha sido editor y rector de la Universidad de las Américas, institución privada, pero no de las menores ni desprestigiada.
La llegada de Gertz Manero resucita una modesta dosis de optimismo en el futuro de la procuración de justicia, porque quizá él pueda lograr que el presidente constitucional de los mexicanos modifique su percepción del perdón y actualice sus ideas sobre la justicia y la prevalencia que ésta ha de tener sobre las leyes, cuando de reconstruir a un país se trata.
Ha de partirse de la hipótesis de que México no es un Estado fallido, pero sí lo es uno infiltrado por el crimen organizado, porque los delincuentes de cuello blanco que con la corrupción se adueñaron de muchos de los ámbitos de gobierno, e hicieron de la impunidad un uso y una costumbre sin la cual les resulta imposible poner orden, gobernar, al menos.
¿Dónde estamos parados como nación, como patria? ¿En qué convirtieron el concepto de justicia? ¿Cómo modificaron la percepción que los mexicanos tienen de la impunidad, para no verla como un asunto grave?
En la situación en la que se encuentra México, el perdón adquiere el nivel de una patente de impunidad.
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@OrtegaGregorio