* El retraso a perpetuidad de los beneficios de las reformas estructurales, hace difícil toda afectación adicional al monto salarial, porque se traduce, ya, en más pobres y en una creciente irritación social imparable
Gregorio Ortega Molina
Por fin aceptan que algunos o muchos aspectos del proyecto económico diseñado por la dictadura chilena, fueron el espejo donde se miró la hermosa madrastra de Blanca Nieves. Ahora muestra el verdadero rostro de la decrépita reina.
Aquí, a los integrantes de los gabinetes económicos de los últimos cinco sexenios, se les llenó la boca durante el discurso con el cual ponían de ejemplo la disciplina y los resultados favorables de la economía conceptuada por los economistas de los generales, a su vez supervisados por los consejeros de los organismos financieros internacionales.
Hoy hace agua lo que parecía estar en perfecta salud. Allá y acá el tema de las pensiones es un amenazador agujero negro, porque las Afores son malas administradoras, y tampoco cubren rendimientos económicos decorosos al manejar el ahorro de los trabajadores.
Durante la segunda semana de agosto, en alguna de sus múltiples apariciones para apaciguar a los impacientes empresarios y a los inquietos trabajadores, Luis Videgaray, el no va más y convaleciente encargado de la SHCP, reconoció que el gobierno federal analiza, con diferentes sectores de la producción, incrementar pronto el monto de las aportaciones al sistema de pensiones, porque además forma parte de las recomendaciones planteadas por la OCDE.
Dijo que durante la primera convención nacional de las Administradoras de Fondos para el Retiro, inaugurada ayer, darán respuestas y se propondrán modificaciones.
Más les vale, porque están a punto de crear un ejército de indigentes de la tercera edad, dado que los trabajadores mexicanos apenas aportan 6.5 por ciento de su salario para su pensión, mientras la OCDE propone que el monto adecuado oscile entre 13 y 18 por ciento del salario.
Lo que no explicó o sugirió, es la manera de resolver el problema, porque el poder adquisitivo del salario mexicanos es raquítico, los incrementos no existen, y pensar en quitar o desposeer de un diez por ciento adicional a los trabajadores, para trasladarlo a sus ahorros para el retiro, no será visto con buenos ojos, por los niveles de corrupción que tiene tan irritada a la población, y porque apenas si les alcanza para el chivo.
Además, el retraso a perpetuidad de los beneficios de las reformas estructurales hace difícil toda afectación adicional al monto salarial, porque se traduce, ya, en más pobres y en una creciente irritación social imparable.
Lo anterior está lejos de significar que vamos a la guerra civil, pero sí se profundizará el encono entre clases sociales, crecerá la delincuencia y se desarrollará el ingenio para la comisión de crímenes que, a primera vista, aparezcan perfectos, por indetectables.