* Contener la corrupción no necesariamente pasa por la privación de la libertad y la confiscación de los bienes mal habidos, pero sí requiere del escarnio público, de la exhibición social del corrupto, porque eso afecta a su familia, su futuro, su imagen. Debe quedar libre, con el rechazo a su persona como cárcel
Gregorio Ortega Molina
Ahora les da por el jelengue de los jueces sin rostro. ¿En la época de la simulación política de la transparencia? La justicia es ciega, sí, pero no debe y tampoco puede ocultarse tras el anonimato de la “no identidad”, de la máscara.
Están tan infiltrados los sistemas de procuración y administración de justicia, que el anonimato de los juzgadores dista mucho de ser pieza clave en la solución de un problema que crecerá, porque de no solucionarlo desde adentro, la cacería de jueces pudrirá todavía más al Poder Judicial.
¿A qué me refiero? Todo juzgador federal que debe dictar sanciones contra la delincuencia organizada ha de ver, como tarea, la película biográfica del juez italiano Giovanni Falcone. A los matones les costó inteligencia y mucho dinero deshacerse de él, pero la manera en que fue ejecutado, junto con su esposa y sus guardaespaldas, incluyó la destrucción de un amplio tramo de carretera, y contribuyó a frenar la corrupción, porque sus colegas se dieron cuenta que la impunidad de corruptos y corruptores nunca fue garantía suficiente para que se respetara la vida de quienes tuvieron, y tienen, la facultad de poner en la cárcel a los que destruyen a la sociedad, por mantenerla insegura en ella misma y en sus autoridades.
Contener la corrupción no necesariamente pasa por la privación de la libertad y la confiscación de los bienes mal habidos, pero sí requiere del escarnio público, de la exhibición social del corrupto, porque eso afecta a su familia, su futuro, su imagen. Debe quedar libre, con el rechazo a su persona como cárcel.
Para que lo anterior sea efectivo, para que de verdad duela aunque no se perciba ese daño, el corrupto debe quedarse sin los recursos que, contra toda legalidad, amasó.
¿Cómo lo sé? Pregunten a Mariano Herrán Salvatti qué se siente recorrer los tribunales en busca de un caso pequeño que le permita un ingreso para solventar sus gastos. ¿Dónde están su mujer y sus hijos? ¿Lo abandonaron o lo respaldan?
En una apreciación personal, considero que la peor sanción que pudo padecer un griego fue el destierro: desarraigo, pérdida de identidad y del sentido de pertenencia y escarnio público.
Hoy eso les tiene sin cuidado, salvo el escarnio público y la indigencia. ¿Por qué entregar el producto de sus latrocinios a los carceleros y compañeros de celda?
Su pavor es el escarnio público y la indigencia. Que lo padezcan en libertad, sólo así se acabarán corrupción e impunidad, entre los jueces y entre todo funcionario público.