* ¿Y los que en apariencia permanecen vivos, porque son incapaces de saber que están muertos, o nacieron para vivir en la muerte? ¿A qué me refiero? Al hambre que arrastran, a la humillación de la miseria, al maltrato, al abuso de los que los compran y de sus familiares, a que se convierten en cifras porque son víctimas de la corrupción y la impunidad, pues total, nada más son mujeres y niños, ¿qué más da que no sepan que están muertos?
Gregorio Ortega Molina
El auténtico, verdadero miedo está en las cifras. Fallecen siete mujeres de forma violenta cotidianamente, y también diario asesinan a cuatro niños. Así, nomás.
Los números provienen de organismos internacionales y del INEGI. Les doy vuelta, busco causas y consecuencias a esa expresión de feroz inhumanidad. ¿De dónde el origen de solazarse en la muerte ajena?
Evoco mi lectura de Javier Marías, de esa trilogía titulada Tu rostro mañana, en la que deja claras las preferencias de los humanos: lo mejor es que muera quien está a tu lado. No siempre es cierto, aquí habría que distinguir entre los amorosos, porque es imposible que los padres prefieran que fallezcan sus hijos antes que ellos, mucho menos que se los quiten de entre los brazos de manera violenta, arrancados a sangre y fuego, o víctimas de un secuestro, o de trata.
¿Son las únicas consecuencias de la violencia armada contra le delincuencia organizada, o sólo refieren esas pérdidas que encojen el corazón y disminuyen el estado de ánimo, hasta entregar al Estado y su gobierno la cancelación del futuro?
La estadística apunta que desde 2013 fallecen, todos los días, siete mujeres. Y pienso en la procuración y administración de justicia. Si cada 24 horas asesinan a cuatro niños y siete mujeres, significa que hay, también cotidianamente, 11 criminales que andan sueltos y así permanecen, porque no creo que sea sólo uno el que día a día anda con la furia suelta, y mata sin piedad a mujeres y niños.
En cifras redondas, anualmente hay cuatro mil asesinos cuyo crimen no es perseguido, o sólo por casualidad la policía detiene a alguno de ellos. El número de maleantes es para marear a cualquiera.
¿Por qué matan? Las víctimas también son las mamás, suegras, hijas, esposas o amantes, y además están siempre presentes los despojos de esos niños, que son hijos de alguien. ¿Son víctimas colaterales del combate a la delincuencia organizada, o esos cadáveres van a una cuenta distinta?
¿Y los que en apariencia permanecen vivos, porque son incapaces de saber que están muertos, o nacieron para vivir en la muerte? ¿A qué me refiero? Al hambre que arrastran, a la humillación de la miseria, al maltrato, al abuso de los que los compran y de sus familiares, a que se convierten en cifras porque son víctimas de la corrupción y la impunidad, pues total, nada más son mujeres y niños, ¿qué más da que no sepan que están muertos?