* La conclusión resulta lógica: sin ese rostro, sin ese mito, sin ese reto que nos ofrezca una identidad que todos podamos asumir, la Patria se hace difusa y la unidad nacional para exigir cuentas, permanece como un ideal inalcanzable
Para Teresa y Francisco Benavides
Gregorio Ortega Molina
El título genérico de los textos de Emilio Uranga referidos a Ramón López Velarde y reunidos por José Manuel Cuéllar Moreno, es desafiante por donde se le estudie: La exquisita dolencia.
Debemos remitirnos a las preguntas obligadas y compartidas: ¿Duele la Patria? ¿Tener identidad nacional y defenderla, produce dolor, desengaño, amargura, traiciones, entrega de lo que no es propiedad individual sino colectiva? Los personajes históricos adecuados para responderlas, pudieran ser Antonio López de Santa Anna, los que “corrieron” a buscar a Maximiliano a Miramar, Victoriano Huerta, José Andrés de Oteyza… Desde 1988 quienes han gobernado deben ofrecer a los mexicanos, y a ellos mismos, una respuesta sencilla a una pregunta difícil: ¿Dónde les duele la Patria? ¿Tienen claro el concepto?
El problema inicia, quizá, cuando los gobernantes decidieron avenirse al sincretismo (incluido el del quehacer político) para ocultar sus intenciones, sus deseos y sus debilidades. Si las leyes de Reforma abrieron las puertas, los acuerdos entre la Iglesia católica mexicana y el gobierno las cerraron otra vez, aunque en esta ocasión a piedra y lodo, porque se determinó que la Virgen de Guadalupe continuaría como patrona de los mexicanos, incluso para cuando ha de hacerse lo que no se debe, pero es exigido por la paz social, hoy tan endeble.
Emilio Uranga, como lo muestra Cuéllar Moreno, indica dónde está hecho el daño: “… Remitirse constantemente hacia aquella región en que las posibilidades se afrontan y enfrentan crea un estado de ánimo que es todo menos de tranquilidad. A primera vista, sentirse dotado de esta dudosa capacidad de radicalización a nadie beneficia y muchos sienten que poner al desnudo la estructura de este modo de ser es aportar una <<inútil verdad>>, es contribuir negativamente a la tarea de hacernos mejores.
“La desazón que produce el descubrimiento de este carácter obedece a la falaz razón de que nuestras preferencias valorativas están acaparadas por un ideal preestablecido. Rehenes de un orden previo cuando no lo hemos encontrado nos sentimos <<estafados>>… La historia de nuestro momento quiere que nos conozcamos y los que no tienen valor para soportar las revelaciones están de antemano refutados. No hay albergue alguno para la cobardía. Las sutiles objeciones que a destajo se inventan los timoratos son barridas implacablemente y el análisis del ser del mexicano sigue su camino con esa escolta estéril de los incomodados. Los perros ladran… la caravana pasa”.
Por eso nos cuesta tanto crear y edificar las instituciones, y también por eso las destruyen con la mano en la cintura; allí están las razones por las cuales los Poderes Legislativo y Judicial son mangoneados por el Ejecutivo. La conclusión resulta lógica: sin ese rostro, sin ese mito, sin ese reto que nos ofrezca una identidad que todos podamos asumir, la Patria se hace difusa y la unidad nacional para exigir cuentas, permanece como un ideal inalcanzable.
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