* La libertad política y social del catolicismo urbano hoy es plena, dejó de estar atada al dogma, al criterio del guía espiritual y a la opinión de párrocos expresadas en las homilías. Quieren respuestas prácticas para el mundo terrenal, porque distinguen claramente que lo espiritual es de otra esfera que nada tiene que ver con el comer, dormir y convivir en paz, no necesariamente con abrazos a cambio de los balazos
Gregorio Ortega Molina
La obsesión por el poder se convierte en el punto de quiebre para el fracaso. A la fracasada propuesta de la reforma electoral con complicidades partidistas, los obispos respondieron como se los exige su fe, el cuidado de sus fieles y la razón. AMLO hizo oídos sordos al dicho de los prelados, pues asegura confíar en los católicos de a pie. ¿Quién le garantiza que lo apoyarían a rabiar?
Lo mal informan o el presidente de la República dejó de escuchar. Todavía pesan más los púlpitos -tantos como iglesias hay en la república- que la tribuna del salón de la Tesorería. Si no me equivoco, aún son más los católicos que las diversas manifestaciones del cristianismo que operan en territorio nacional y se esfuerzan por influir en la actitud política y social de sus fieles, más que en ser determinantes para su fe.
El tiempo de las obsecuencias en silencio entre políticos y obispos cesó. Los católicos practicantes demandan respuestas claras, exigen compromiso de sus párrocos y sacerdotes y están necesitados, por su fe, de participar en las decisiones del ámbito político que afectan sus vidas y las de sus hijos. Regresaron al dicho de las abuelas: A Dios rogando y con el mazo dando. Saben que lo que no hagan por ellos mismos nadie lo hará. Son claramente “aspiracionistas”, sin importar a quien le duela.
Sobre la fraternidad que el gobierno y buena parte de la sociedad establecieron con el narco -gracias a la política de los abrazos- no es buena idea abrir un frente con los católicos, porque dejaron su pasividad del sea lo que Dios quiera, por un activismo político y social que resultará muy difícil de detener, a menos que se decidan por una nueva versión de la Cristiada, con la que todavía se desbordarían más las pasiones y correría la sangre, porque los mártires son un renuevo para la fe.
La libertad política y social del catolicismo urbano hoy es plena, dejó de estar atada al dogma, al criterio del guía espiritual y a la opinión de párrocos expresadas en las homilías. Quieren respuestas prácticas para el mundo terrenal, porque distinguen claramente que lo espiritual es de otra esfera que nada tiene que ver con el comer, dormir y convivir en paz, no necesariamente con abrazos a cambio de los balazos.
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