* Aprovechar, en su totalidad, el nuevo valor del petróleo en el mercado político de la globalización y la seguridad regional y nacional
Gregorio Ortega Molina
Dejemos atrás a Ramón López Velarde y su influencia ejercida sobre los más destacados integrantes de El Ateneo. Y no me inclino por esta opción no porque los mexicanos modificamos totalmente nuestra relación con el poder, sino precisamente por lo contrario: somos fieles hasta en esa sumisión hasta para mostrar el hartazgo de manera electoral.
Es respuesta sin inteligencia.
Nada de Suave patria ni Revolución inconclusa, ni Emilio Uranga u Octavio Paz. Lo que nos atañe está en el centro mismo del poder, AMLO como espejo fiel de José López Portillo en lo que refiere al uso y abuso del petróleo o de la consulta popular para eludir la responsabilidad. Allí está en las estadísticas la realidad de lo hecho con México durante el gobierno de 1976 a 1982. Abrió la puerta a un sexenio de doce años. El de Carlos Salinas de Gortari: 1982-1994. Quizá acierta Héctor Aguilar Camín, porque fue el innombrable el que echó los cimientos para fundar la IV República.
Si la hipótesis funciona, hay otra pregunta a formular: ¿quiénes recuerdan cuántos puertos de altura inició López Portillo durante su sexenio? ¿Cuántos concluyó? ¿Cuántos millones de dólares fueron arrasados por el mar? El espejismo de convertir a México en exportador de petróleo: ¿cuánto importamos hoy? ¿Y gasolinas?
Los nuevos yacimientos anunciados por Pemex, ¿qué nos deparan, en medio de una reforma energética que coloca a los habitantes de esta nación con los pantalones a la baja, como si fuesen acciones sometidas a la especulación de los barones del oro negro? La respuesta no está en el valor económico del petróleo, como tampoco en los niveles de explotación y refinación, sino en la manera en que tasen nuestros gobernantes su importancia geo estratégica y política, a manera de que sea una auténtica palanca de negociación para reducir asimetrías en la forzada integración al bloque de América del Norte.
Tampoco es un asunto de preferencias o elección, sino que es la única opción válida para aprovechar, en su totalidad, el nuevo valor del petróleo en el mercado político de la globalización y la seguridad regional y nacional. Carece de importancia con cuánto llenamos el tanque o movemos el transporte; lo que vale, lo que trasciende es que ese petróleo puede significar espacio en la ONU y en los otros organismos internacionales de la diplomacia, del comercio y financieros, porque son las instituciones donde se mueve la globalidad.
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@OrtegaGregorio