* AMLO es piedra angular de la manera en que se resuelva el previsible conflicto poselectoral de 2018
Gregorio Ortega Molina
¿Hay espacio para una negociación poselectoral en 2018, similar a la de 1988? Lo dudo, el tiempo político es otro, las exigencias son diferentes, está en proceso un reordenamiento de los partidos y su basamento de militantes, y hubo un corrimiento en los factores reales de poder.
Al día siguiente de la elección presidencial del próximo año, será algo más que imposible eludir la realidad de los resultados. Si todo queda en tercios como han previsto los analista, uno de los cuatro partidos será desplazado al cuarto lugar, pero hay una gran posibilidad de que los tercios disminuyan a los 25 por ciento, y el triunfador, el que se haga con la silla del águila sea declarado presidente electo con un porcentaje inferior al 30 por ciento, y una distancia del segundo lugar no mayor a dos puntos.
Si MORENA se levanta con el triunfo, el nuevo presidente de la República puede radicalizarse, porque así se lo exigirán sus “fans”, que en el gabinete no querrán más de los mismos, y estarán atentos a un cambio en las políticas públicas con resultados a mediano plazo o casi inmediatos. Es posible, entonces, que haga a un lado la posibilidad de formar gobierno de coalición y decida caminar solo, con un Congreso de la Unión integrado por minorías.
Si el PRI o Acción Nacional se hacen con la Presidencia de la República, uno de esos partidos descenderá al tercer lugar, porque MORENA quedará en segunda posición, y habrá que tomar a sus integrantes en cuenta para formar gobierno de coalición. Se dará una fuerte disputa en cuatro posiciones: SHCP, SEGOB, SENER y en lo que quede convertida la PGR. Si los ganadores creen que el 2° lugar aceptará menos para sumarse y sumirse, están en un error.
Cuando un grupo de legisladores encabezados por Manlio Flavio Beltrones Rivera propuso la reforma constitucional de los gobiernos de coalición, era la solución perfecta a la gobernabilidad, pero el deterioro de la partidocracia, el rencor social, el sentimiento de engaño que permea en la sociedad, debido a la irrelevancia de los frutos de las reformas estructurales, hace difícil cualquier entendimiento, pues lo que los representantes populares anuden en el Senado de la República, podría ser desaprobado y desanudado en las calles por los representados que no quieren más engaños.
Ahora podemos comprender el esfuerzo por descarrilar al disminuido PRD, porque en el PRI están necesitados de que la partición del electorado permanezca en tercios, porque cree que así conserva una oportunidad de continuar como huésped en Los Pinos.
Puede suponerse que la adquisición de la voluntad de Miguel Barbosa se hizo con dinero fiscal y desde el PRI, pues AMLO se lo pensó para considerarlo bienvenido.
Otra vez AMLO es piedra angular de la manera en que se resuelva el anunciado conflicto poselectoral, ahora en 2018.
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