* ¿Podría alguien de su entorno explicarle la diferencia entre asesinato y feminicidio, entre venganza pasional y deseo de poder, entre maltrato y vejación, desprecio?
Gregorio Ortega Molina
“Soy humanista, no feminista”, sostiene el presidente de la República, y con esa respuesta elude asumir su responsabilidad constitucional ante esa mayoría de la población que son las mujeres, pero además electoras.
Su respuesta abre muchas interrogantes sobre su relación con las mujeres. Queda la impresión de que les teme, con certeza por la arcaica educación recibida de sus maestros de educación elemental y sus formadores religiosos. Para él la mujer continúa siendo la puerta de la oportunidad de pecar. Para él la equidad de género en el ejercicio del poder, en las diversas tareas de la economía, no es una convicción sino un arreglo con fines de imagen, que llegó a su límite con las manifestaciones feministas de marzo de 2020.
Ocasionalmente recibo fotogramas y videos cortos de la concentración en el Monumento a la Revolución, del inicio de la marcha a la Plaza de Armas de la Ciudad de México, de las primeras confrontaciones verbales con la policía, de las pintas, de la intemperancia ante los oídos sordos, del vandalismo. Descubrimos que es el Estado y su gobierno los que dejaron de escuchar, porque sólo los integrantes del Gabinete (y no todos, me advierten, sólo el círculo íntimo) son los únicos poseedores de la verdad.
Es momento de preguntarnos si en los salones de Palacio Nacional es capaz de sentarse a leer a Margaret Atwood, dedicarle tiempo a El cuento de la criada, Los testamentos, Alias Grace, por mencionar tres de las novelas de la canadiense. ¿Podría discurrir con Jesusa Rodríguez sobre los temas allí tratados, con los colectivos feministas, con sus familiares mujeres?
Imposible verlo sentado en un sillón mullido en alguna sala del Virreinal Palacio, con el libro abierto ante un pasaje como este:
“Sois una generación de transición, decía Tía Lydia. Es lo más duro. Sabemos cuántos sacrificios tendréis que hacer. Resulta difícil cuando los hombres os injurian. Será más sencillo para las que vengan después de vosotras. Ellas aceptarán sus obligaciones de buena gana.
“Pero no decía: Porque no habrán conocido otro modo de vida.
“Decía: Porque no querrán las cosas que no puedan tener”.
Quizá lo más conveniente es que el presidente humanista leyera lo siguiente: “O recordarías historias que habías leído en los periódicos sobre mujeres que habían aparecido -a menudo eran mujeres, pero a veces también hombres, o niños, lo cual es terrible- en zanjas, o bosques, o en neveras de habitaciones alquiladas y abandonadas, con la ropa puesta o no, vejadas sexualmente o no; asesinadas, en cualquier caso”.
¿Podría alguien de su entorno explicarle la diferencia entre asesinato y feminicidio, entre venganza pasional y deseo de poder, entre maltrato y vejación, desprecio?
Ahora entiendo su desprecio por la palabra empatía. No puede sentirla hacia las mujeres, como tampoco hacia los que no piensan ni actúan como él. Su simplificación del problema es de dar miedo. Para él por dentro, en el alma y el raciocinio, hombres y mujeres no son iguales.
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