* Los próximos meses, o años, la nación nadará entre dos opciones: la moral del perdón con justicia después de haberlo otorgado, y la ética del Estado y la exigencia de aplicar la ley por encima de las consideraciones religiosas
Gregorio Ortega Molina
¿Cómo se percibe el poder del presidente de la República en México? ¿Similar al de Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas del Río, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría y Carlos Salinas de Gortari, o parecido al de Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón? ¿Qué entienden AMLO y su círculo cercano como el regreso del presidencialismo, institución tan debilitada?
He conversado del tema con amigos, he apuntado en la columna mi percepción de la necesaria y urgente reforma del Estado. Hay quienes la perciben como secundaria e irrelevante. Un versado analista político me comentó el viernes 14 de septiembre último: “Ayer el Senado lanzó la Ley de Remuneraciones y la de Revocación de mandato, para el presidente y gobernadores; el año próximo se renovarán cinco gubernaturas, al siguiente, dos y en el 2021 cerca de once, además de la Cámara de Diputados, presidencias municipales y ayuntamientos en el país.
“En síntesis, en los próximos tres años se definirá más del 50% del poder y control del país. ¿Para qué esperar tres años si lo puede hacer el próximo, con la Revocación de mandato?”
¿Perfila lo anterior el regreso del presidencialismo mexicano? ¿Y las correas de transmisión: corporativismo sindical inexistente, organizaciones populares y grupos campesinos? La partidocracia quedó para los leones, y el futuro presidente de México encabeza un movimiento, un proyecto NO articulado por ninguna institución política.
¿De dónde, entonces, obtendrá la gobernabilidad? ¿De los grupos sociales y organizaciones no gubernamentales que lo llevaron al poder? ¿Instrumentará el cambio de régimen a través de una burocracia dolida, por haberse afectado sus intereses? ¿Estará seis años mostrando su agradecimiento para que lo toquen y lo vean? ¿Es él su propia correa de transmisión?
El voto a AMLO fue emitido por mexicanos que esperan la recuperación del poder adquisitivo de sus salarios, anhelan justicia en contra de los corruptos y a favor de las familias y los deudos de los desaparecidos, asesinados, traficados, expoliados, esclavizados de una u otra manera, pero, como lo anunció y trataremos con mayor amplitud mañana, su formación moral, el cristianismo que determina su conducta política y como jefe de Estado, determinarán qué sí y qué no en asuntos de olvido, justicia y perdón. La ética prefigurada por Max Weber y que debe guiar estos asuntos, quedó muerta y enterrada.
Los próximos meses, o años, la nación nadará entre dos opciones: la moral del perdón con justicia después de haberlo otorgado, y la ética del Estado y la exigencia de aplicar la ley por encima de las consideraciones religiosas.
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