* Hemos de estar atentos a la manera en que los chicos de Carlos Urzúa lleven a cabo la negociación y a lo que esté dispuesto el gobierno de la regeneración nacional, porque si en lugar de salir acuerdos salen chispas, el endurecimiento ideológico y político de nuestro presidente, estará cabrón
Gregorio Ortega Molina
¿Recuerdan las preguntas de la primerísima consulta popular? ¿Enteraron a los participantes de que al rechazar la terminación del AICM en Texcoco, en automático adquirían el compromiso de pagarlo, a través de los recursos fiscales necesarios para la recompra de los bonos emitidos por el gobierno de la República?
¿Por qué no enteraron a los integrantes de esa élite lópezobradorista, de que seremos los mexicanos los que pagamos el costo total -y sus derivaciones- de la rescisión de un contrato legal, rechazado sin legalidad que respalde la decisión? ¿Y la credibilidad de las instituciones mexicanas para garantizar jurídicamente las inversiones extranjeras?
Me aseguran que es Javier Jiménez Espriú quien vendió a nuestro presidente la peregrina idea de Santa Lucía, y como experto, le exhibió todas las fallas técnicas de la construcción del NAICM en Texcoco. ¿Por qué, entonces, no las hacen públicas? ¿Existen?
Que por el contrario, el problema es la enorme corrupción, entonces ¿por qué no la exhiben, o encargan auditorías para demostrarla, si la encuentran, puede enmendarse y sancionar a corruptos y corruptores?
Pero que es otro el pretexto, la especulación en bienes raíces y el supuesto desarrollo urbano en torno al nuevo aeropuerto. Para conjurarlo y acabar con el negocio bastaba con expropiar, y dedicar esos terrenos a otros fines.
Todo indica que el asunto se resume en lo siguiente: cancelarlo, por cancelarlo.
¡Vaya decisión! Ojalá el costo se redujera a regresar a los tenedores de bonos su valor en dinero actual, y saldar con los contratistas los adeudos. La salida jurídica que se dé a este asunto determinará histórica, política, económica y socialmente al gobierno de la IV Transformación.
Hemos de estar atentos a la manera en que los chicos de Carlos Urzúa lleven a cabo la negociación y a lo que esté dispuesto el gobierno de la regeneración nacional, porque si en lugar de salir palabras para los acuerdos salen chispas, el endurecimiento ideológico y político de nuestro presidente, estará cabrón.
Me juran y perjuran que escucha atento a Andrés Manuel López Beltrán, quien tiene años y quizá experiencia para reconducir al titular del Ejecutivo a la templanza de carácter necesaria para gobernar. ¿Todavía oye a Alfonso Romo? ¿Considerará que vale la pena perder una batalla para ganar un gobierno? ¿Quién lo sabe?
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