* Estamos ante la irrupción del regreso de la dictadura perfecta, con un elemento adicional: Andrés Manuel López Obrador no llegó solo y por su propio pie a la silla del águila. Para hacerlo, estableció compromisos, y no precisamente primero con los pobres, sino con quienes lo alimentaron de recursos frescos por más de 12 años. En lo anterior anida la razón de la urgencia de que el Poder Judicial se convierta en un cero a la izquierda, y entregue sus atribuciones al Poder Ejecutivo
Gregorio Ortega Molina
Lo en apariencia indemostrable está a la vista: la reforma al Poder Judicial tiene dedicatoria, y su destinataria no es la presidenta Sheinbaum Pardo, sino Andrés Manuel López Obrador, cuya actitud está más allá de la hybris y del dharma, porque él es la suma de todo.
Algo sucedió en los mecanismos de orden y sucesión en el Poder Ejecutivo mexicano, desde el momento de la desaparición de la “familia revolucionaria”, que era un grupo regulador que impediría ceder a la tentación a la que se venció Álvaro Obregón.
Disuelta, ya inexistente la conocida como “familia revolucionaria”, hubo entre los políticos la templanza e inteligencia suficientes para no agarrarse de las greñas y lograr acuerdos que garantizaran el funcionamiento del Estado, el cumplimiento de las aspiraciones de la República, escrituradas en los Sentimientos de la nación.
Pero, ¿quiénes y cómo se determina -o determinaba- el nombre del responsable de ejercer la titularidad del Poder Ejecutivo? Los inscritos en los poderes fácticos, y hoy también los barones de la droga, asociados por acuerdos no escritos, pero conocedores de la importancia de que las instituciones funcionen, de que la sucesión presidencial no se descarrile, de la vida legal y constitucional de la República, dan su apoyo al que consideran adecuado, aunque se equivocan, como lo constatamos en el resultado de la economía fiscal, que también tiene consecuencias en el crecimiento de sus fortunas. La riqueza no se produce por generación espontánea.
Con ese añadido que irrumpe y causa mucho ruido: el poder real de la economía del narcotráfico, cuya actividad quiebra la paz y el equilibrio social, y se diversifica, porque sus gerentes son voraces: trata, extorsión, derecho de piso, secuestros, desaparecidos y municipios y entidades federativas en los que imponen su voluntad y las reglas de “su” juego, pero sin la responsabilidad legal de gobernar.
Estamos ante la irrupción del regreso de la dictadura perfecta, con un elemento adicional: Andrés Manuel López Obrador no llegó solo y por su propio pie a la silla del águila. Para hacerlo, estableció compromisos, y no precisamente primero con los pobres, sino con quienes lo alimentaron de recursos frescos por más de 12 años.
En lo anterior anida la razón de la urgencia de que el Poder Judicial se convierta en un cero a la izquierda, y entregue sus atribuciones al Poder Ejecutivo.
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