* Es incapaz de reconocer que su fama, el segundo piso, sus reformas constitucionales, son tan efímeras como la voluntad del elector. Olvida que toda reforma a la Constitución llega como un recién nacido, unas con su torta bajo el brazo, otras con la contrarreforma en la punta de las plumas
* Pueda que a la doctora Sheinbaum Pardo la asista la razón, y Genaro y Hernán no sean iguales, pero casi, hasta por la inmediatez de la inicial de sus nombres en el alfabeto. De la G a la H sólo hay un suspiro
Gregorio Ortega Molina
Ensoberbecida por el resultado de las encuestas, porque todos en su entorno le rinden pleitesía, por la fama instantánea lograda sin esfuerzo, sino por herencia, la doctora Sheinbaum Pardo es incapaz de detenerse a evaluar el costo político y social de haber dejado de lado el éxito y el precio a pagar por obtenerlo, pues en ningún caso es gratuito.
Si leemos con atención lo que escriben y opinan los conocedores del ámbito fiscal, o los especialistas del tema económico, y los que observan de cerca los resultados y consecuencias de la entrega de recursos a través de los plásticos del bienestar, conservan en la memoria una declaración de Andrés Manuel López Obrador -desconozco si durante su fallida incursión tras el poder en 2006 o 2012-, en lo que pidió a los electores (en relación a las dádivas del PRI) que agarraran lo que les dan, pero que votarán de acuerdo a las exigencias del momento.
Todos los que cumplimos con nuestra obligación tributaria, sabemos que los recursos fiscales no son elásticos, que su objetivo fundamental es crear riqueza para que haya posibilidad de satisfacer las elementales necesidades garantizadas en la Constitución. Ahora constatamos que, por una ausencia de programación y falta de recursos, se colapsan Salud, Seguridad (mucho éxito contra el huachicol, para que olvidemos desapariciones, narcoviolencia, la creciente extorsión), cuyas cifras en los supuestos logros están más maquilladas que nunca lo estuvieron nuestras estrellas octogenarias.
Sabe la doctora Sheinbaum Pardo, a ciencia y paciencia, que los cimientos de ese segundo piso de cuya edificación ella es responsable, están montados en los otros datos.
Su actitud cae en la descripción que Stefan Zweig hace de Fouché: “El antiguo profesor de matemáticas del oratorio siempre mide el paralelogramo de las fuerzas reales en persona. Sabe que la idea republicana está liquidada, sus mejores líderes, sus hombres de acción, yacen bajo tierra; hace mucho que todos los clubes (léase partidos) se han convertido en centros de tertulia donde unos y otros se quitan la palabra de la boca”.
Es incapaz de reconocer que su fama, el segundo piso, sus reformas constitucionales, son tan efímeras como la voluntad del elector. Olvida que toda reforma a la Constitución llega como un recién nacido, unas con su torta bajo el brazo, otras con la contrarreforma en la punta de las plumas.
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De Genaro a Hernán
Pueda que a la doctora Sheinbaum Pardo la asista la razón, y Genaro y Hernán no sean iguales, pero casi, hasta por la inmediatez de la inicial de sus nombres en el alfabeto. De la G a la H sólo un suspiro.
Si de verdad desean establecer la diferencia, debieran hacer públicos los bienes del reconocido patrón de La Barredora y no ocultarlos por CINCO años.
En cuanto a Adán, pues que le quiten el fueron y le busquen hasta en el cajón de sus recuerdos y piyamas.
No son iguales, pero se parecen tanto.
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@OrtegaGregorio