* ¿Cuál es el destino normativo y legal -de manera inmediata- de nuestro país? ¿Abandonarán a los gobiernos para decidirse a servir al Estado? ¿Recuperaremos el espíritu de Los sentimientos de la nación y el que lideró a los constituyentes del 17? Por el momento, lo dudo, el mañana es ominoso
Gregorio Ortega Molina
Los políticos mexicanos son irredentos. Podemos verificarlo al constatar el documento original de la Constitución del 17, y lo que hoy produjo el caletre del Ejecutivo y la sumisión del Congreso. Nada que ver, por lo pronto los aranceles.
Unos días antes de que la Constitución cumpliera diez años de haber sido promulgada, el general y ex presidente Álvaro Obregón instruyó la reforma al artículo 83 para postularse candidato. El motivo esencial de la lucha armada fue mandado al cajón de los trebejos. Enrique Krauze narra en Caudillos culturales de la Revolución Mexicana el papelón de Vicente Lombardo Toledano, al que “obligaron” a alinearse con la mayoría. ¿Cómo? Los métodos fueron distintos a los usados con los Yunes, se podía acceder al recinto parlamentario con las armas al cinto.
Con certeza el espíritu de los integrantes del Constituyente del 17, y el de los sucesivos congresistas que desarticularon el documento original, son diametralmente opuestos. ¿Dónde queda el proyecto de nación, el original, el que nace en Los sentimientos de la nación? Lo cierto es que quienes han estado y están al frente de la administración pública, trabajaron y trabajan para sus proyectos de gobierno, porque desconocen su compromiso con el Estado, no tienen idea del concepto.
La esencia de lo que nos aqueja a los gobernados, oscila entre el libre mercado, la idea de integrarnos geopolíticamente a América del norte, y la obsesión por una soberanía obsoleta, una autosuficiencia inalcanzable, quimérica. Servir a sus jefes, a los gobiernos, les garantiza impunidad en la corrupción y otros delitos que cometen, porque no somos -los integrantes de la sociedad- capaces de organizarnos para exigir una rendición de cuentas.
El proyecto de nación plasmado en 1917 dejó de ser esencial en el desarrollo de la vida administrativa del quehacer político, porque los obligaba a ser profesionales en el servicio de la administración pública y limitaba su codicia. La conculcación mayor fue la del artículo 83, pero antes -escudados en la legislación secundaria- le encontraron el modo a meter la mano a los recursos fiscales, y salir indemnes. Agarraron confianza y se fueron a lo grande.
¿Cuál es el destino normativo y legal -de manera inmediata- de nuestro país? ¿Abandonarán a los gobiernos para decidirse a servir al Estado? ¿Recuperaremos el espíritu de Los sentimientos de la nación y el que lideró a los constituyentes del 17? Por el momento, lo dudo, el mañana es ominoso.
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@OrtegaGregorio