* ¿Qué convirtió a “Palillo” en lo que fue? Su interlocución con la galería; eso le hace falta a nuestro providencial barón del poder político total, no escucha, y cuando habla lo hace para la humanidad entera, no entabla un diálogo abierto con la comunidad feminista, con las víctimas del CIDE, con las padres de los hijos con cáncer, con los niños que quieren vacunas. Permitió que lo convirtieran en un tótem, o él lo buscó
* El ultraje a la autoridad en Veracruz, tiene el tufo de Jaime Bonilla, Mexicali, y la dictadura
Gregorio Ortega Molina
Andrés Manuel resucitó, por todo lo alto, lo cancelado por Ernesto P. Uruchurtu: el vodevil, el teatro de revista, el escarnio verbal -aplaudido-, la sátira política. Nada de “Bomberito Juárez”, hoy estamos en el umbral de la vulgaridad, de la peladez, si no es que ya la trascendimos.
Desconozco quién o quiénes le pusieron ese modelo de comunicación a su alcance, o si él mismo lo intuyó en su desesperación por llegar a la cúspide y ser admirado, reverenciado más bien, porque esa obsesión por la lealtad para sustituir a la eficiencia, denota un propósito colindante con la adoración religiosa, casi divina.
Tiene, Andrés Manuel, una ventaja sobre “Palillo”, porque el cómico no contaba con los patiños de los que el presidente de la República puede disponer. Ya hay más de uno que son memorables, aunque también fueron efímeros. Por ejemplo, qué fue de Lord Molécula, cuya vestimenta fue elegida para llamar la atención y convertirlo en el interlocutor perfecto del poder Ejecutivo, que le dio pie para iniciar temas, burlas, escarnios, depredaciones verbales de buena parte de la sociedad que, con sus impuestos, cubre los salarios de todos los representantes populares y administradores públicos. Estamos tan jodidos como José López Portillo, les pagamos para que nos peguen.
El chaleco, el bigote engominado, el reloj, el monóculo, la voz engolada, una reminiscencia de los personajes de Joaquín Pardavé, de México de mis recuerdos, porque esa nostalgia es la que insinúa lo que quieren imponernos, un gobierno eterno, una dictadura, si no oaxaqueña, sí tabasqueña, pues para eso trajeron a Adán Augusto.
Otro patiño que dijo adiós, porque lo echaron de mala manera, es Arturo Herrera Gutiérrez, al que pusieron en la nariz la zanahoria del Banco de México, pero que defenestraron porque en algún momento de dignidad pensó en México y decidió dejar de ser objeto del escarnio presidencial. ¿Cuánto descrédito puede aguantar un subordinado, al que el patrón no le paga, sino que le pagamos nosotros, los causantes? ¿Cuánto escarnio puede hacerse sobre la secretaría de Hacienda, sin que se vean mermados los recursos para los prioritarios programas sociales? Para eso existe el Detente de san Ovidio.
Pero, ¿qué convirtió a “Palillo” en lo que fue? Su interlocución con la galería; eso hace falta a nuestro providencial barón del poder político total, no escucha, y cuando habla lo hace para la humanidad entera, no entabla un diálogo abierto con la comunidad feminista, con las víctimas del CIDE, con las padres de los hijos con cáncer, con los niños que quieren vacunas. Permitió que lo convirtieran en un tótem, o él lo buscó.
Cuando alguien del público que admiró a “Palillo” fue audaz, tuvo el vocabulario adecuado y la mente despierta para el albur rápido, jocoso y punzante, pero no procaz, mucho menos lepero, pues el buen uso del lenguaje -del que carece nuestro mandatario- recibió respuesta del cómico para entablar un diálogo y manejar a la audiencia siendo amado, no necesariamente temido.
Hoy eso no sucede, Andrés Manuel inspira temor por el desdén con el que trata a sus gobernados. ¿Qué podría decirnos Lourdes Maldonado? La asesinaron porque quien debió protegerla se negó a hacerlo.
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Debe ponerse lupa al diferendo entre Cuitláhuac García Jiménez y Ricardo Monreal, porque es tan desigual como pretendieron que lo fuera el de Jaime Bonilla y la prolongación de mandato.
A fin de cuentas, ¿qué es el ultraje a la autoridad? ¿Cómo y quién lo define? Es la más siniestra de las puertas a la dictadura lo que ponen enfrente.
¿Cuándo una intervención en la tribuna de cualesquiera de los congresos locales o del federal, puede calificarse de ultraje a la autoridad? ¿Cuándo una decisión de la SCJN que se hace pública con ese críptico lenguaje que caracteriza a jueces, magistrados y ministros, puede llamarse ultraje a la autoridad? ¿Y las opiniones vertidas por miembros de la oposición a la prensa? ¿Y los artículos de opinión?
El ultraje a la autoridad y la reciente reforma aprobada por la SCJN para que se establezcan diferencias claras entre opinión e información, son la pinza para dar al presidente de la República la facultad de enmuinarse con cualquiera y enchiquerarlo. Esta es la 4T.
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@OrtegaGregorio