* Los gobiernos de la Revolución pudieron ser pésimos administradores, pero los tecnócratas, carentes de proyecto de nación, decidieron desposeer a México de su identidad, a los mexicanos de su ser y de la dignidad al morir de hambre, porque ya ni los calzones llevan limpios. Todos cargan su rajita de canela
Gregorio Ortega Molina
Los aficionados a las estadísticas y a los resultados macroeconómicos, saben que México está en el lugar 14 de la clasificación mundial, lo que significa que esta nación y sus trabajadores -asalariados, por cierto, o eventuales- producen una enorme riqueza.
El sumario de la nota de Ignacio Fariza, para El País, es para helar el corazón:
El 1% de los mexicanos acumula más de la tercera parte de la riqueza nacional
México está entre los 20 países con más millonarios del mundo y entre los 15 en los que más personas no pueden alimentarse correctamente.
El complemento de la información es peor que lo anunciado. Resulta que “el 10% de los que aquí viven (no establecieron si todos tienen la nacionalidad mexicana) poseen las dos terceras partes de los activos totales, según se desprende de un estudio elaborado por el profesor del ITAM Miguel del Castillo para la CEPAL (el brazo de Naciones Unidas para el desarrollo económico de América Latina y el Caribe). Pese a estos niveles de desigualdad, en México no hay un impuesto específico sobre el patrimonio o las herencias”.
La información no consigna que uno de los deportes favoritos de los secretarios de Hacienda y Crédito Público, es congraciarse con los barones del dinero, y se esfuerzan en ello concediéndoles créditos fiscales, condonando impuesto, regresándoles lo pagado al SAT, y todo porque sueñan con llegar a asentar sus posaderas en la silla del águila.
Pero lo que demuestra para quien gobiernan en este país, es la estadística siguiente: “En poco más de una década, la riqueza total mexicana ha crecido a una tasa promedio anual del 8% y ha pasado de suponer algo más del doble del PIB a más que cuadruplicarlo. En contraste, la economía mexicana creció un 2,6% anual en el mismo periodo, una cifra reducida para tratarse de un país emergente y en el que la población no deja de aumentar”.
Es decir, Carlos Slim, y los que con él comparten la riqueza que producen sus trabajadores, ven crecer su patrimonio más que el PIB.
Dice el estudio: “Esta disparidad entre el ritmo de aumento del producto y el de la riqueza provoca una mayor desigualdad. Los muy pocos que disponen de activos financieros han visto incrementar su ingreso y patrimonio a un ritmo mayor que los trabajadores, cuyo ingreso y riqueza depende tan solo de las percepciones producto de su empleo; en los últimos años, el rendimiento medio del capital ha sido del 15% anual, mientras que el salario mínimo y las remuneraciones medias industriales han aumentado a un ritmo del 4% anual. En ambos casos no se tiene en cuenta la inflación.
“Incluso dentro del sector empresarial, la distribución patrimonial es desigual: el 10% de las compañías mexicanas concentran el 93% de los activos físicos, mientras que el 90% restante -en su gran mayoría pymes- poseen muy pocos bienes de capital”.
Hemos de sentirnos orgullosos de los gobiernos que iniciaron en 1982 la venta de garaje del patrimonio nacional. Efectivamente, los gobiernos de la Revolución pudieron ser pésimos administradores, pero los tecnócratas, carentes de proyecto de nación, decidieron desposeer a México de su identidad, a los mexicanos de su ser y de la dignidad al morir de hambre, porque ya ni los calzones llevan limpios. Todos cargan su rajita de canela.
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