* Dice Jorge Mariné González que peco de ingenuo, porque los políticos saben lo que hacen, cumplen los compromisos por ellos contraídos con el Imperio. No son ignorantes, son traidores. Quizá tiene razón
Gregorio Ortega Molina
El destino de México está en el jardín de senderos que se bifurcan, diría Jorge Luis Borges. ¿Transitará la nación de las rondas de la enajenación del petróleo a las de la enajenación del agua? Es posible -y muy pronto verificable- que así ocurra.
Veamos, EPN promulgó el último 5 de junio decretos para eliminar la protección sobre importantes cuencas hídricas que, en lo inmediato, abren la puerta al uso de esa agua a la iniciativa privada.
En los decretos de marras, el Presidente Constitucional -obligado por su mandato de proteger México y a los mexicanos- “convierte las zonas de veda -en las que la extracción de agua está casi completamente restringida- en zonas de reserva -también protegidas, pero en las que se permite, de manera limitada, la explotación, uso o aprovechamiento del agua, incluso por parte de entes privados, si las autoridades lo consideran <<de utilidad pública>>- y deja, según juristas consultados, en manos de Conagua la posibilidad de otorgar a compañías de diversos sectores, entre ellos la minería, la fracturación hidráulica (fracking), la industria refresquera o la generación de energía hidroeléctrica, aunque en un comunicado desmintió, de manera tajantemente, que se trate de una privatización”.
Eludamos dos palabras: privatización y concesión, y sustituyámoslas por una: vida. El ser humano vivió más tiempo sin petróleo y sus derivados, que con él. Que el desarrollo industrial hubiese sido más lento o casi nulo, es cierto, que la exploración del espacio no existiría y el transporte continuaría movido por el carbón y el vapor, también es cierto, pero sin petróleo se puede vivir, y sin agua no. Así de sencillo, transparente y simple.
El Origen de las Especies y la Biblia así lo consignan. La vida inició en el agua, o con la palabra, y ésta separó la tierra y las aguas y Dios vio que era bueno.
Hay más usos para el agua que para el petróleo: higiene, agricultura, medicina, industria; el cuerpo humano tiene más líquido que músculo, el cerebro está suspendido en él.
El transporte puede y debe modificarse, lo mismo que el desarrollo industrial sustentado en los hidrocarburos, lo que no puede ocurrir con la vida. Morir por deshidratación equivale a entregar la patria en manos de extranjeros.
AMLO habrá de encargar estudios para conocer, con exactitud, las reservas hídricas con las que cuenta la nación, porque cuánto durarían los dientes de los mexicanos sin higiene bucal, o su agricultura sin esa fuente de vida que son el riego y el temporal.
Dice Jorge Mariné González que peco de ingenuo, que los políticos saben lo que hacen y la manera de cumplir los compromisos contraídos con el Imperio. No son ignorantes, son traidores. Quizá tiene razón.
www.gregorioortega.blog