* Todavía faltan muchas mediciones técnicas y económicas para saber, con algún grado aceptable de certeza, cuánto costará a los mexicanos el pronto presidencial de borrar el AICM versión Texcoco de su historia administrativa
Gregorio Ortega Molina
¿Dónde tienen la cabeza Arturo Herrera Gutiérrez y David Colmenares Páramo, que se limitan a hacerle segunda a Andrés Manuel López Obrador, nada más porque es el presidente, pero todo indica que vive en otro México?
Imposible no preocuparse, por la incertidumbre generada. ¿Cuántas versiones existen sobre el costo real de la desaparición del AICM versión Texcoco? Las cifras varían, e inicia la aparición escrita y verbal de las interpretaciones, con la idea de que así puede ajustarse la realidad a a la idea que el presidente López quiere imponer de su mandato.
Me quedo con la aportada por Ricardo Raphael el último 10 de mayo en Milenio. Sin embargo, subsiste un vacío, un hueco. Nadie determina lo que se afecta en materia institucional y en lo que a credibilidad y ética profesional se refiere. Nadie ha determinado el costo real de hacerle segunda al presidente de México, porque no se trata de la voz y la falta a la verdad de cualquier persona. Por el momento, Andrés Manuel López Obrador es (no ha logrado encarnar pues no es hombre de Estado) la máxima autoridad de esta nación, es el neo jefe máximo.
David Colmenares prefirió conservar la “chamba” que defender la integridad de la institución que dirige, por lo que la Auditoría Superior de la Federación representa y avala. Una nación sin transparencia administrativa adquiere la opacidad del agua estancada, y en ella nadie desea mojarse los pies, ya no digamos bañarse. Naturalmente los capitales de origen dudoso pueden acercarse a invertir y lavarse, expoliar y explotar laboralmente a los mexicanos. Sin transparencia el crecimiento será mínimo, y la República amorosa dejó, ya, de ser una oferta plausible de lograr.
El hecho de que Arturo Herrera se haya prestado a reunir los elementos para argumentar en defensa de su cargo administrativo, no de la ética profesional de la secretaría de Hacienda y Crédito Público, tampoco de la autoridad ética ni de la moralidad que pregona su patrón, indica que vivimos un gobierno de la simulación, proto fascista, en el que lo voz del líder es verdad revelada que ha de proclamarse en pregones por todo su “reino”.
La verdad del costo real del borrado del AICM versión Texcoco, se sentirá en los bolsillos, terminará por aparecer en la cuenta pública cuando inicien los vencimientos de la deuda diferida, de lo que se saldó con bonos que deben pagarse en su momento, y cuando el desastre ecológico provocado por lo que allí dejaron enterrado, nos llame a cuentas en el cambio climático.
¿Qué significará para empresarios, turistas, viajeros por necesidad, trasladarse de esta ciudad a Santa Lucía, para abordar un avión? ¿Cuánto se incrementará su gasto para irse y regresar? Todavía faltan muchas mediciones técnicas y económicas para saber, con algún grado aceptable de certeza, cuánto costará a los mexicanos el pronto presidencial de borrar el AICM versión Texcoco de su historia administrativa.
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Lo más grave es el costo en vidas. De ser honesto, de practicar la moral evangélica que tanto pregona, los medicamentos necesarios salvarían la vida de muchos mexicanos. Lo cierto es que, a pesar de los obstáculos y campañas de desprestigio, el gobierno federal ha comprado en el extranjero más de 724 millones de medicamentos de alta especialidad, de alto consumo, oncológicos, enfermedades infecciosas, lo cual representa un ahorro de 11 mil 880 millones de pesos.
¿Alguien lo cree? ¿Los deudos de los fallecidos porque las medicinas no fueron entregadas? ¿Los enfermos a los que no les surten sus recetas para las enfermedades crónicas? Y faltan tres años, al menos.
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@OrtegaMolina