* La responsabilidad o irresponsabilidad es mayor, porque nada podemos intuir, saber, conocer de lo que nos trae un nuevo gobierno. Podemos leer un programa, pero ¿qué sabemos de los hombres que lo van a instrumentar, ni de las desviaciones que ya traen concebidas desde que salieron a hacer campaña para gobernarnos?
Gregorio Ortega Molina
<< ¡Chin!, hay que ir a votar>>. Frase ésta que resume la actitud de millones de mexicanos inscritos en el padrón electoral. Lo ven como una molestia en su descanso dominical, <<porque de todas maneras ya todo está arreglado>>, comentan entre ellos para auto justificarse.
Se niegan a aceptar que el sufragio es un compromiso de ida y vuelta. Les da <<güeva>> hacerse corresponsables de la gestión del candidato triunfador, porque nadie <<nos escucha, ni nos pelan>>, debido a que desconocen los mecanismos legales y constitucionales para hacerse oír.
Desde el poder se han dedicado a quebrar la organización social, fomentan el descreimiento en las virtudes civiles y cívicas de los líderes que aglutinan voluntades para luchar a favor de diversas causas, como el medio ambiente, la organización vecinal, la seguridad pública… y a los que tienen éxito, o los desacreditan con campañas difamatorias, o los matan. La desorganización social es una de las consecuencias de no acudir a las urnas.
Olvidan que al no sufragar pierden su espacio en la sociedad. Emitir el voto es emitir identidad. Al no hacerlo, cívica y civilmente dejas de tener presencia. Existes, pero desde la neblina, desde la opacidad de esos irresponsables que todo quieren a cambio de nada.
El tema nos trasciende a todos. Incapaces de conceptuar y promover una apología del voto, siempre tratamos de justificarlo al grito de ¡fraude!, ¡fraude!
El dilema es complejo, si no votamos “… Quién sabe quién nos sustituye, sólo sabemos que se nos sustituye siempre, en todas las ocasiones y en todas las circunstancias y en cualquier desempeño…”, piensa el protagonista de Tu rostro mañana. Y sí, al no votar cedemos nuestro espacio, nos sustituyen.
La responsabilidad o irresponsabilidad es mayor, porque nada podemos intuir, saber, conocer de lo que nos trae un nuevo gobierno. Podemos leer un programa, pero ¿qué sabemos de los hombres que lo van a instrumentar, ni de las desviaciones que ya traen concebidas desde que salieron a hacer campaña para gobernarnos?
“¿Cómo puede no verse en el tiempo largo que quien acabará y acaba perdiéndonos nos va a perder? ¿No intuirse ni adivinarse su trama, su maquinación y su danza en círculo, no oler su inquina o respirar su desdicha, no captar su despacioso acecho y su lentísima y languideciente espera, y la consiguiente impaciencia que quién sabe durante cuántos años habrá tenido que contener? ¿Cómo puedo no conocer hoy tu rostro mañana, el que ya está o se fragua bajo la cara que enseñas o bajo la cara que llevas, y que me mostrarás tan solo cuando no lo espere?”
Así Javier Marías resume con pulcritud el dilema de toda elección: el rostro del elegido hoy no será su gesticulación de mañana.
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