* ¿Vincularse AMLO y su gabinete al compromiso ético y constitucional de una cartilla moral? Pondría la lupa sobre ellos, los obligaría a vigilarse unos a otros, y a los electores, a los 30 millones de voces del coro que clamó y cantó en contra de la corrupción, le permitiría estar atento a que se den los nombres de los que pisarían la cárcel
Gregorio Ortega Molina
Es de suponerse que la conceptualización ideológica y ética de una oferta de gobierno está dispuesta para el que desea abrevar en ella, o al menos consultarla. Resulta que el Plan Nacional todavía no está pergeñado.
Lo que motivó más de 30 millones de voces en coro rechazando el modelo político y su proyecto económico, fue la manifiesta e intolerable corrupción: lo que va desde la coima mínima, hasta el cínico moche o la comisión desmedida, como lo muestra la adquisición de bienes raíces por parte de algunos de los miembros del grupo político que hace las maletas, o la muy difícil probatoria de cuentas numeradas en Suiza o paraísos fiscales de su preferencia. Ya ni quien traiga a colación los Panama papers o la estafa maestra.
Anunciada está la desaprobación de la Fiscalía, lo que permite intuir que la Constitución Moral pudo haber sido una mera ocurrencia, aunque el antecedente redactado por Alfonso Reyes y conocido como cartilla moral, auspició la creencia de que la elaboración del documento, además de deseable, era posible.
Y luego recordé el Código de Ética del Poder Judicial de la Federación, elaborado durante la presidencia de Mariano Azuela Güitrón en la SCJN. Nadie se vinculó a él, nadie lo recuerda, como lo muestra la creciente corrupción entre los administradores de justicia: desde el nepotismo hasta la impuesta por el temor al plomo, por haberse negado a recibir la plata.
AMLO batalló 18 años, o más, para alcanzar el poder que ahora se apresta a asumir, pero antes de cruzarse la banda presidencial al pecho, debiera meditar en que “los grandes regalos sólo son un don para aquel que es digno de ellos, para cualquier otro se convierten en un peligro. Los caracteres fuertes se hacen más fuertes con el poder del que pronto disponen… los caracteres débiles sucumben a su suerte inmerecida. El triunfo no los vuelve humildes, sino altaneros, y con pueril necedad confunden un regalo con su propio mérito”, como dedujo Stefan Zweig del comportamiento de Darnley, esposo de la reina María Estuardo. El poder, como los hijos, es prestado.
¿Vincularse AMLO y su gabinete al compromiso ético y constitucional de una cartilla moral? Pondría la lupa sobre ellos, los obligaría a vigilarse unos a otros, y a los electores, a los 30 millones de voces del coro que clamó y cantó en contra de la corrupción, le permitiría estar atento a que se den los nombres de los que pisarían la cárcel, más por razones, exigencias y necesidades de justicia y gobernabilidad. que en observancia de la ley.
Azora la ignorancia de algunos consultados, que afirman que huirán de México en cuanto AMLO modifique la Constitución política por una Constitución moral, lo que es una entelequia y parte de las consecuencias de la guerra sucia. De todas formas, nada harán para autoimponerse un código moral contra la corrupción.
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