* Y como cereza de su exitoso gobierno, la destrucción sistémica de la credibilidad de jueces, magistrados y ministros, y el desmantelamiento constitucional del Poder Judicial de la Federación, pues insistían en demostrarle que la ley es la ley, y amparar a quien lo solicitara ante los abusos de poder. Los mexicanos podemos y debemos dormir en paz, pues como dice la doctora Sheinbaum Pardo, esta nación es otra gracias a la clarividencia y esfuerzo de Andrés López Obrador
* “Carlota mató. Esaú y Justin murieron. Un menor quedó herido. Todos ellos, de algún modo, son víctimas. De una guerra no declarada entre ciudadanos y Estado. De un país donde la ley no alcanza, la impunidad gobierna, y el Estado de Derecho se pronuncia solo en discursos. Lo que se desmorona no es una casa. Es México mismo”
Gregorio Ortega Molina
Resulta que a la doctora Sheinbaum Pardo le asiste la razón. Los mexicanos en general, somos una panda de mal agradecidos, pues resulta cierto y verificable, al margen de los otros datos, que Andrés Manuel López Obrador transformó al país, las instituciones, su República. Hoy somos otra nación.
Veamos, el sector salud -en primer término, pues si no estamos sanos para nada somos útiles- no acierta a adquirir los medicamentos para entregarlos a los derechohabientes enfermos, y tampoco tiene la manera de hacerse con los recursos mínimos para que pueda operar como se debe, el ejemplo son algunos de los institutos nacionales, que cierran parcialmente.
En materia de salud, no hagamos caso de los “carroñeros” de hoy y de ayer, porque es cierto que, si las fosas clandestinas trufan el territorio nacional, también resulta ser verdad que no están llenas, pues los duendes de los cárteles tuvieron el acierto de limpiar, cremar, disolver en ácido, porque no desean afectar la memoria de los deudos, consideran que lo que no se ve, de lo que no queda mi rastro, se olvida y el dolor se diluye.
Se nos hizo comprender, a los gobernados, que los narcos, los asesinos sin piedad, los delincuentes grandes y pequeños también son seres humanos, por ello se acercó -para dar el ejemplo- a besar la mano de doña María Consuelo Loera de Guzmán, y a lo mejor también le entregó su plástico del bienestar. Es el humanismo mexicano.
En cuanto a los mega proyectos productivos, Dos Bocas no deja de sorprendernos, quizá hasta cuadruplicó su presupuesto y aceleró el hundimiento de las finanzas de Pemex; en cuanto a la energía eléctrica, bueno, los Bartlett la hicieron más productiva… de deuda. Pero celebraron con bombo y platillo el 18 de marzo.
Mexicana de Aviación y el AIFA pueden sustituir a Aeroméxico y al AICM, ya que por un extraño y oscuro compromiso destruyó el proyecto aeroportuario de Texcoco, producto de la mente de un megalómano que únicamente deseaba hacer dinero y no servir a la nación.
Y como cereza de su exitoso gobierno, la destrucción sistémica de la credibilidad de jueces, magistrados y ministros, y el desmantelamiento constitucional del Poder Judicial de la Federación, pues insistían en demostrarle que la ley es la ley, y amparar a quien lo solicitara ante los abusos de poder.
Los mexicanos podemos y debemos dormir en paz, pues como dice la doctora Sheinbaum Pardo, esta nación es otra gracias a la clarividencia y esfuerzo de Andrés López Obrador.
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El saldo de tanto abrazo, corrupción e impunidad
José Mario Mx compartió en X lo siguiente. Ustedes, lectores, decidirán quién tiene la razón, él o el amado líder y santo patrono de la doctora Sheinbaum Pardo:
“En México ya no es raro que una abuela dispare. Lo raro es que nadie dispare alarmas. Nos hemos acostumbrado a que la justicia no llegue por las vías legales, a que las casas se roben como si fueran nubes, y a que la muerte se vuelva argumento cuando el Estado calla. Carlota no es una excepción: es el resultado brutal de un sistema que expulsa a los vulnerables y los regresa armados.
“La violencia no empezó con el gatillo. Empezó mucho antes: cuando los tribunales fueron incapaces de proteger una casa, cuando la policía no respondió, cuando la burocracia selló su omisión con sellos oficiales. En esa cadena de fracasos institucionales crecen los disparos, y también las narrativas que romantizan a quien mata porque “no le dejaron otra opción”. Pero en un país justo, la justicia no se toma con las manos, se garantiza con instituciones. Y aquí, las instituciones están rotas.
“Carlota mató. Esaú y Justin murieron. Un menor quedó herido. Todos ellos, de algún modo, son víctimas. De una guerra no declarada entre ciudadanos y Estado. De un país donde la ley no alcanza, la impunidad gobierna, y el Estado de Derecho se pronuncia solo en discursos. Lo que se desmorona no es una casa. Es México mismo”.
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