Anahí García Jáquez
Rebecca “Becky” Sharp y Amelia Sedley se gradúan de la Academia de la Señorita Pinkerton para Jóvenes Damas. Tanto ellas como sus planes son muy distintos pero ambas sólo quieren ser felices y conseguir sus objetivos, sin importar lo que cueste.
La feria de las vanidades (cuyo subtítulo es Una novela sin héroe) es un trabajo del escritor inglés William Makepeace Thackeray, quien nos presenta este pequeño mundo ubicado en la Inglaterra del siglo XIX y lo hace a través de dos protagonistas: Amelia Sidley, una chica amable y de buen corazón, nacida en una familia acomodada; y Becky Sharp, una huérfana sin dinero que no tiene nada ni a nadie en el mundo, por lo que debe arreglárselas por su cuenta. Una vez que llegan a casa de Amelia, ésta conoce a George Osborn, con quien le han arreglado un compromiso con miras al matrimonio, mientras que Becky pone sus ojos en Joe, el hermano de su amiga y quien puede darle todo lo que desea, por lo que ella hace todo lo necesario para que caiga en sus redes.
Desde las primeras páginas, se nos va advirtiendo que la heroína es Amelia, debido a su carácter bondadoso, pero el lector notará que su ingenuidad la convierte en un ser débil. Caso contrario es Becky, la anti heroína quien utiliza su belleza y su astucia para hacerse de un lugar en la alta sociedad, pensando siempre en asegurar su futuro. Es a través de ellas que el autor nos presenta un fiel retrato de este círculo en el que las mujeres toman las riendas de su destino en sus manos, puesto que la vida no les ha dado otra opción, como Becky, o las que están sujetas a la voluntad de sus padres, quienes deciden por ellas y les imponen a quienes serán sus parejas, como es el caso de Amelia, haciéndoles saber a las chicas que sus esposos se convertirán en su todo y en su mundo y ellas tendrán que obedecerles sin chistar, puesto que quedarse sin esos hombres significaría, no sólo la ruina social, sino que perderán la posibilidad de un futuro sin preocupaciones, haciendo que estas mujeres cultiven virtudes que las conviertan en las esposas y madres perfectas.
A medida que se van incorporando el resto de los personajes a la trama, lo cuales son muchos, el lector conocerá este microcosmos en el que, quienes no fueron lo suficientemente afortunados de nacer en una familia de abolengo, están condenados a ir escalando posiciones en esta sociedad si quieren pertenecer a ella. Para lograr su cometido, estos seres recurren a maquinaciones y engaños movidos por la codicia y siempre actuando con unos niveles de hipocresía que les son requeridos para sobrevivir en esta jungla que, aunque esté recubierta de oropel, no pierde su característica salvaje.
La feria de las vanidades está escrita en un tono satírico, lo cual hace que se sienta más ágil a pesar de que cuenta con poco más de 1000 páginas, logrando por momentos tener un ritmo rápido. No todos los personajes (los cuales son muchos y a ratos confunden) pueden ser agradables, y es muy probable que, aunque repruebe su actuar, el lector se sienta atraído hacia la tan bien construida figura de Becky, pues aunque sea una trepadora social, tiene un encanto tal que sabe usarlo a su favor y que le ayuda a salir avante de todo lo que se le va presentando. Es pues, este clásico de la literatura, una crítica bastante mordaz, y por momentos sombría, a todos esos comportamientos mostrados por personas que sólo buscar llegar y mantenerse en esa esfera, aunque eso implique traicionar a los demás o a ellos mismos.
La feria de las vanidades. William Makepeace Thackeray. 1848. Editorial Penguin Clásicos.