Históricamente se ha denotado que los partidos políticos en procesos electorales han venido creando un discurso propio en torno a lo que acontece en México. Desde siempre los dirigentes de los diversos partidos contendientes han buscado el sufragio del pueblo haciendo resaltar aquellos eventos y personajes que de alguna forma han participado en la lucha del pueblo a fin de defender la soberanía nacional. Es decir, pretenden resaltar cosas y causas que llevarían a México hacia un despunte de la democracia según ellos la entienden.
Así, durante la época del neoliberalismo, los mexicanos de izquierda fueron creando, desde su propia perspectiva, los símbolos y tradiciones del pueblo mexicano e imaginándose formar parte de ese poder de corrupción en la que podrían llevar a efecto una etapa llamada Cuarta Transformación de la Nación. En primera instancia se les presentó todo tipo de elementos conceptuales, particularmente aquellos vinculados con las tácticas seguidas a fin de obtener el sufragio de los electores, talantes las cuales, a la par, le hicieron y permitieron comprender a ese electorado el discurso histórico de Andrés Manuel López Obrador.
Las arengas, los discursos, los decires de Andrés Manuel se transformaron pretendiendo modificar el contexto, visión y noción sobre la revolución de 1910 y el gobierno emanado como consecuencia de ella, cuyas características asociadas con la corrupción de las instituciones, la narcopolítica, la delincuencia de los cotos de poder, la putrefacción del medio de procuración e impartición de justicia, facilitaron el sonsonete del discurso. Estos elementos al final de cuentas resultaron vitales, fundamentales, imprescindibles para la obtención del voto popular, toda vez que el elector tuvo la ilusión de obtener un verdadero cambio en los destinos de la Patria, por tanta inmundicia e impudicia sufrida.
Las tácticas en las arengas, en los discursos, en las promesas, en los decires de López Obrador adquirieron relevancia en el desenvolvimiento de su campaña electoral y en la forma en que, dentro del propio proceso electoral, hizo cambiar el sentido del sufragio, prometiendo rectitud, justicia, probidad, integridad, saneamiento, encarcelamiento, educación, transparencia, eficacia, tolerancia, integración, unión, etc., etc., bla, bla, bla.
Ante las antepuestas cualidades existieron posiciones diversas. Fueron sostenidas y defendidas por diferentes sectores de los Partidos Revolucionario Institucional y Acción Nacional que se oponían a los decires de Andrés Manuel. Hoy en época electoral, con repudio hacia ello, nos percatamos que absolutamente todos (sin excepción) los partidos políticos siguen pretendiendo convertir nuestro territorio nacional en un absurdo espectáculo tragicómico, debido a que en la contienda electoral proponen como candidatos a los más selecto de su membrecía (según ellos), misma que se encuentra conformada por lo mejor de su acervo cultural, intelectual y delincuencial, incorporando sujetos que poco o nada tienen que ver con experiencia en lides políticas, lo cual una vez más y para no variar, compromete a futuro la Democracia de la República.
Absolutamente todos los partidos políticos coinciden y ello no lo podrán jamás negar, en obtener el voto del pueblo para seguir viviendo del presupuesto, con nuestro dinero y por ello pretenden llevar al sitial de representantes populares a delincuentes, ignorantes, amorales, payasos, actores, actrices, meretrices, cantantes, extorsionadores, merolicos, deportistas, apoyados las más de las veces por padrinos, compadres, amigos, corruptos.
Bajo esa cruda realidad, lo cierto es que ni el Revolucionario Institucional, ni Acción Nacional, ni el Movimiento de Regeneración Nacional ni el Partido de la Revolución Democrática, ni otros muchos más se salvarían de la incongruencia. Ninguno de ellos propone plataformas ideológicas serias que les permitan recobrar la dignidad perdida. El futuro de México se encuentra en juego y los políticos malentienden ese juego y proponen a la escoria de la sociedad para representarnos. No hay inclusión de ideólogos, de juristas, de hombres y mujeres con vocación de servicio, de gente comprometida con la Nación, de celosos guardianes del dinero del pueblo, sólo se observa lo mejor de lo peor, para pretender seguir manteniendo la inmundicia de la política. Funesta costumbre de la política seguir buscando el pro de la corrupción y el contra de la República.
¿Hasta cuando vamos a permitirle a esos bastardos la continuidad de sus fechorías?.
Lic. Alberto Woolrich Ortíz.
Presidente de la Academia de Derecho
Penal del Colegio de Abogados de México, A.C..