Desde Filomeno Mata 8
Por Mouris Salloum George
Mal comenzó la primera semana de Mayo. Sobre todo si en medio de todas las turbulencias que ha causado para alborotar el gallinero a su cargo, ya ha causado un estropicio del que no puede detenerse. Por un lado, están instalados todos los alborotos posibles, por otro, se le caen en el peor momento los pocos ganchos de los cuales puede colgarse.
Una de las mayores encuestadoras del mundo, la casa Gallup, ha sostenido desde hace décadas que treinta días antes de las elecciones, cualquesquiera que estas sean, las tendencias son finalmente los resultados. Cualquier caída libre o cualquier ascenso son siempre irremontables.
Cuando un acontecimiento sucede dentro de este período, sobre todo si es provocado por errores o tragedias, es francamente irrefrenable. Así ha pasado siempre en todos los países en procesos electorales. Si la tragedia pega en un punto sensible, de alto impacto para la sociedad es realmente fatídico.
La Línea doce del Metro de la Ciudad de México siempre ha sido un rollo de conflictos, desde su inicio. El trazo original no era hacia Tláhuac, sino con una primera parada en Xochimilco. Era un trazo turístico, franco, agradable, fluido, aprovechando las vías del famoso tren ligero, más barato, más citadino.
Pero hete aquí que al Jefe de Gobierno Ebrard se le ocurrió cumplir una promesa al pueblo de Tláhuac, por un zafarrancho provocado por sus fuerzas de seguridad. Los primeros cálculos arrojaron la necesidad de construir un diseño subterráneo desde la delegación Benito Juárez hasta el parque de Tláhuac. Pero salía demasiado caro.
Y entonces se optó por tramos enormes elevados que adolescian de su principal problema: las vías de los vagones no se correspondían con sus ruedas de acero, imposibles de soportar con las características del suelo de los tendidos, ni con las resistencias de los vagones.
Ningún otro tramo del Metro de la ciudad de México tiene esas características. Ningún pedazo de suelo lo ha podido soportar. Siempre se le atribuyó a un capricho del proveedor, como casi todo, porque da la casualidad que todo, desde la adjudicación sin licitación, hasta las provisiones de las cosas menores tuvieron estas cualidades.
El costo de la obra de más de siete mil millones de lo pactado, da que decir. Ha corrido mucha especie en relación a que se haya convertido en un auténtico cochinote para varias campañas a lo largo de nueve años. Posiblemente eso lo pueda comprobar la investigación que técnicos holandeses están haciendo de la tragedia.
Pero ahora, después del duelo, sólo importa saber la serie de castigos que esto reclama: administrativos, penales y políticos, entre otros. Las preferencias comiciales se estrechan en todo el país. No está el horno para bollos. Fueron demasiados los conflictos post electorales que ya están instalados en todo el territorio, para encima echar otros encima.
En ningún país otro acontecimiento parecido se va de rositas. Nadie puede cometer estas tragedias e irse tan campante. Todo tiene un precio, y más en política.
Si sólo se hubiera hecho acto de presencia en el lugar de la tragedia. Si sólo se hubiera pedido perdón, si sólo se hubiera mostrado empatía. Pero no, la soberbia es mala consejera de la política.