La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
En el nombre lleva el karma, pero no tan sólo son infieles, también mexicanos, gringos, migrantes…
El secuestro de cuatro estadunidenses en Matamoros, de los cuales dos fueron asesinados, deja una serie de reflexiones, que no debemos dejar pasar de largo.
En principio, tenemos dos ejemplos recientes, de que las policías mexicanas suelen ser eficientes, cuando trabajan bajo presión, el caso del atentado al periodista Ciro Gómez Leyva y el señalado, demuestran una eficacia razonable.
La segunda lección, nos indica que, si somos mexicanos de a pie, ya nos jodimos, si algo nos pasa, lo más seguro es que el atentado quede en la impunidad, se requiere ser un personaje relevante o ciudadano estadunidense, para que el poder del Estado mexicano se despliegue.
El tercer elemento, tiene que ver con la cachaza que, el presidente López Obrador, trata el tema de la inseguridad: ni es menester preocuparse por la integridad de los malosos, ni saludar a sus familiares como si fuese un acto de humanidad. Simplemente, atentan contra mujeres y hombres de bien y, por lo tanto, deben recibir todo el peso de la ley.
El cuarto punto a considerar, radica en que el gobierno federal debe admitir que su estrategia ha fracasado, por lo cual, seguir culpando a los que se fueron, no resuelve nada, deben replantear las políticas públicas en el tema. No es de Dios que, comandos de civiles armados, circulen como si nada por las calles del país.
Aunque hay más, planteamos la última observancia: los periodistas no son responsables del fenómeno por difundirlo, si un evento es noticioso, es obligación de los medios registrarlo. Si a la 4T (como a todos los regímenes), les molesta, pues que tomen te de tila y se unten Vitacilina, los comunicadores son parte de la solución, no del problema.